Siento que los días se deslizan con la complicidad silenciosa de un loco con dos manecillas, a quién le confiamos nuestra felicidad de forma irresponsable. Si pudiéramos vivir el hoy, sin esa compulsiva obsesión de sacrificar presentes por mañanas quiméricos, envueltos en su falsa promesa de seguridad. Si lo hiciéramos sintiendo que el ser está presente en todo, y que es ajeno a los porqués. Si viviéramos el hoy como un regalo consciente, tendríamos muchos menos problemas y estaríamos más cerca de la meta final. Pero nuevamente me atragantaré, comiendo uvas compulsivamente, al son de doce campanadas, mensajeras de la nueva prisa con la que acometeré el próximo año de mi vida. Una vez más el loco vestido de gala en la Puerta del Sol, se llevará los “cuartos” de mi vida pasada, antes de darme foribundo, la salida para un nuevo año preñado de promesas extinguidas.
Krishnadas Acarya