Quise
ser por fin lluvia en vez de prisa, y empujada por la brisa del mañana
la nube de mis emociones descargó torrentes de momentos del ayer. Y
cayeron remotas las dos estrellas locas de tu mirada, convertidas en
gotas, con el agua dulce de tu recuerdo y lloviendo sobre el desierto
de mi mente, de repente el niño viejo que me habita ha vuelto a jugar
con tu risa, y volviendo a cruzar el viejo puente
quedé sentado en la cornisa universal. Al otro lado mis pies cuelgan
sobre planetas, mientras cometas cómplices se ofrecen como mensajeros y
llevan mi último te quiero allí donde reposen tus oídos; luego los
sonidos de mi corazón guardan por fin silencio. La lluvia se calma y
queda el alma mía viviendo de seguir creyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario