Salgo cada mañana, vistiendo de esperanza el desencanto, camino al encuentro del hombre dejando en la cama del tiempo, la almohada de mis sueños, preñada de anhelos; donde partí al encuentro de lejanos cielos.
Tobogán de estrellas por el que mi alma se deslizó en la fricción del espacio y el tiempo. Fracción de eternidad, punto cardinal mortal de lo invisible, donde todo parece posible sin que nada se alcance.
Traigo el corazón herido en tal percance, y que la muerte me encuentre una vez más, alivia mi soledad en este viaje. Sólo ella me recuerda y reconoce, pregunta entonces, con sonrisa de barquero, qué nuevo destino te aguarda viejo guerrero, dónde te llevará mi barca esta vez. Descansa sin fantasmas del ayer durante el viaje, cambia nuevamente el traje, que esconde tu armadura, y al cumplir la singladura mística, desembarca nuevamente, hasta que las canas de tu frente te avisen, otra vez viejo amigo, de mi llegada.
Salgo cada maña, vistiendo de esperanza el desencanto, aguardando la postrer madrugada, en que mi obra inacabada se concluya, me deje enterrar la espada, y fundiéndome en la luz de su reflejo, siendo un niño viejo, poder volar hasta donde mi amor me aguarda.
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