Todos necesitamos creer en un ángel, antes de ver morir de hambre al hombre arcángel que duerme en la cuna del pecho. En el barbecho de la materia donde duermen las semillas de todos mis afectos, ahogadas en la sequía que provocan mis defectos. No hay secreto, necesito creer en un ángel nuevo, que vele por los sueños de amor perenne de mi alma, que me de la calma, que me regale nueva esperanza, que lo que valga mi muerte no sea nunca mayor de lo que valió mi vida; que me ayude a cerrar viejas heridas con su voz, que el mundo atroz que nos rodea se disuelva en su presencia. Necesito creer en un ángel de belleza, que nos de la esencia de una nueva ciencia, donde amar sea el único postulado, y haciendo a un lado el monstruo voraz de la razón, su alado sustento, me sostenga en la emoción como equilibrista distante, viviendo en el instante divino de la luz que ya adivino, en el oceánico azul de tu mirada preñada de fugaces estrellas. Todos necesitamos creer en un ángel, antes de quedar como juguetes rotos, encontremos un ángel que crea en nosotros.
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