Páginas

viernes, 30 de mayo de 2014

Creer en un ángel

Todos necesitamos creer en un ángel, antes de ver morir de hambre al hombre arcángel que duerme en la cuna del pecho. En el barbecho de la materia donde duermen las semillas de todos mis afectos, ahogadas en la sequía que provocan mis defectos. No hay secreto, necesito creer en un ángel nuevo, que vele por los sueños de amor perenne de mi alma, que me de la calma, que me regale nueva esperanza, que lo que valga mi muerte no sea nunca mayor de lo que valió mi vida; que me ayude a cerrar viejas heridas con su voz, que el mundo atroz que nos rodea se disuelva en su presencia. Necesito creer en un ángel de belleza, que nos de la esencia de una nueva ciencia, donde amar sea el único postulado, y haciendo a un lado el monstruo voraz de la razón, su alado sustento, me sostenga en la emoción como equilibrista distante, viviendo en el instante divino de la luz que ya adivino, en el oceánico azul de tu mirada preñada de fugaces estrellas. Todos necesitamos creer en un ángel, antes de quedar como juguetes rotos, encontremos un ángel que crea en nosotros.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

jueves, 29 de mayo de 2014

La Marioneta

El anciano sostenía entre sus manos una marioneta rota en desencantos, los hilos del tiempo ya no podían hacerla bailar en los días ni su silente música la movía en las noches. Es la vida trágica lotería de los días, forastero, me dijo con acento de reproche. O será que el mundo, desconocedor de tan íntimo secreto, busca remedios en viejos amuletos, para combatir su mala suerte. Supersticiones planetarias, hacen predicciones legendarias sobre lo que pasará, y el hombre, víctima de su propia irrealidad, abraza dogmáticos calendarios de la ciencia, esa que robando aún más su conciencia, le retorna al punto de partida inerte de la materia. No es tu mala suerte viejo guerrero lo que te trajo aquí, te arrojaron en mitad de las olas del tiempo para servir de ejemplo a quienes no saben nadar. Para poder salvar a estos naúfragos de estrellas, te tienes que ahogar a su lado. Tienes que bucear en tu propio llanto para luego respirar eternidad.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

sábado, 3 de mayo de 2014

Eternamente Bello.

Ella se peina de amapolas mientras él, envuelto entre las olas, navega océanos de espuma, le arrulla la mar en su cuna, mecida de sal. Sueña en las mismas estrellas que ella desde tierra mira para con él soñar. Voy a ganar mi libertad más allá del horizonte, donde el sol nunca se esconde, se alcanza la eternidad.

Fue su cuerpo arrojado a una playa, y su alma al mar. Ganó su libertad, ya es para siempre bello, en el último destello del cielo, que una anciana peinada de amapolas, rojo y blanco sobre las olas del tiempo, contempló, entornada la mirada, feliz sobre su almohada al cerrar por última vez sus ojos negros.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

viernes, 2 de mayo de 2014

La Ventana.

Tras el cristal de las ventanas el tiempo del ayer y del mañana se fue diluyendo. Una lluvia clara de emociones se desliza en torrentes de vierte aguas, mi ser se escapa, vidrio y madera resbalando, hasta la acera. Y una lágrima furtiva, confundida, se diluye distraída en su recuerdo. ¿Fui feliz?, es cierto, pero solo en el momento en que lo decía y luego llegó la agonía vestida de irrealidad. Una vez lo conocí, ¿Fue el amor dijiste? No, lo fue su ideal. Y esta idealidad reemplazó la soledad del poeta. Quien ama de forma abierta, lo hace desenterrando el alma de su quimérico trance.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

Y quién como tú.

Y fui llegado hasta hasta ti, empujado en el desliz del tiempo, tropezando entre las aceras del universo, cruzando del uno al otro lado sobre adoquines de estrellas. Torpe, desarmado, gastado de humanidad.

Y quien como tú para no verme, si yo vengo de cabalgar mi suerte solitaria. Fecundo es el camino verde que hace feliz a mi caballo, y es desmayo para mí en la insolación de los días. Mi vida es una subasta permanente donde en torrente de pujas cotidianas, desposeídos de esperanza me disputan con la muerte.

Y quién como tú para no verme. Tengo la suerte del viento, siempre en movimiento y a la vez en ninguna parte. Soy brisa sobre tu rostro, vendaval que arranca árboles de raíces viejas de pasado. Gastado en el verbo, y cansado de andar soplando, siempre borracho de eternidad.

Y quién como tú para no verme, si llevo guardada una fuente, manantial por donde brotan secretos de todos los tiempos, afluente a contracorriente en dónde Dios puso el barco de papel de mi corazón. Navego a la sin razón del amor...y quién como tú para estar ciego.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.