Quizá fue la fugacidad, la causa del desencanto. Es este espanto de los días, la torpe sinfonía desafinada en lamentos. No me arrepiento de lo vivido, antes bien, de lo no amado, porque dejando a su cuidado dormido el corazón, sucumbí al juego absurdo de la razón, cambiando sentimientos por argumentos. Ahora por fin entiendo, que nos es la fugacidad mas que la complicidad con la que Dios juega en el universo, haciendo al hombre converso en la materia, mientras aguarda silente en el reverso de la ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario