Páginas

viernes, 12 de junio de 2015

Flores de Acacia

Pronto pasará la noche con su derroche de luminarias, una por cada día que te llevo buscando en esta existencia ordinaria. No importa si brilla o no la luna, la suma de esta existencia siempre me resultó oscura. El absurdo de la lucha contra las sombras se termina con el alba que se anuncia. Venceré por última vez y partiré si tu me dejas, si no hay nueva orden, de este desorden de mundo irreparable, donde no hay compás que mida nada por cambiante, ni escuadra que aplome al hombre en su desplome de arrogancia. Al alba venceré con mi último aliento, no importa si gritan que fui muerto, si siempre viví en el desierto de tu ausencia desterrado. Cruzando al otro lado dejaré por fin mi espada rota entre las rocas del pasado. Cansado en su mirada de camino, el equino clandestino, en el que cabalga mi alma, dejará de latir alocado corriendo, del uno al otro lado, por los senderos de la nada. Veré, entonces, el nuevo amanecer de una eterna mañana. Al alba venceré y sobre la acacia que ya acaricia mi tumba en su semilla, crecerán nuevas flores preñadas de aroma de esperanza, para que al olerlas otro hombre, sin miedo a sus espinas, alcance a comprender el escondido secreto de la piedra que labra su propia inmortalidad.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

La Medalla

El único honor que busca mi alma no es una medalla, es poder cruzar la muralla sin luchar, buscar un apartado lugar y soñar contigo. Ya he sido testigo de todos los actos trágicos del hombre, y no responde mi caballo al sonido de ninguna trompeta. La victoria es una veleta que gira caprichosa empujada por el viento del destino, y que no está nunca quieta en ningún sentido. Me cansa el remolino de hojarasca seca, que consume a la realeza y al pueblo a un solo tiempo. Ya no atiendo a llamadas de grandeza, y no será por pereza, tampoco lo es por desaliento, es solo que mi alma reza oraciones, escondida en los rincones de mi cuerpo, que me dicen que solo existe una forma de ganar una batalla con honor, y es rendirse ante el amor que tu mirada de miel esconde.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

jueves, 11 de junio de 2015

Venceré

Pronto pasará la noche con su derroche de luminarias, una por cada día que te llevo buscando en esta existencia ordinaria. No importa si brilla o no la luna, la suma de esta existencia siempre me resultó oscura. El absurdo de la lucha contra las sombras se termina con el alba que se anuncia. Venceré por última vez y partiré si tu me dejas, si no hay nueva orden, de este desorden de mundo irreparable, donde no hay compás que mida nada por cambiante, ni escuadra que aplome al hombre en su desplome de arrogancia. Al alba venceré con mi último aliento, no importa si gritan que fui muerto, si siempre viví en el desierto de tu ausencia desterrado. Cruzando al otro lado dejaré por fin mi espada rota entre las rocas del pasado. Cansado en su mirada de camino, el equino clandestino, en el que cabalga mi alma, dejará de latir alocado corriendo, del uno al otro lado, por los senderos de la nada. Veré, entonces, el nuevo amanecer de una eterna mañana. Al alba venceré y sobre la acacia que ya acaricia mi tumba en su semilla, crecerán nuevas flores preñadas de aroma de esperanza, para que al olerlas otro hombre, sin miedo a sus espinas, alcance a comprender el escondido secreto de la piedra que labra su propia inmortalidad.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

lunes, 8 de junio de 2015

El Corazón no se Rinde

No se rinde el corazón ni aun al borde del abismo. Solo es vencido aquél que no pelea. Sea en hora mala, sea en hora buena, mi corazón libre solo se entrega ante la muerte, y no será sin antes discutir con ella hasta hacerla temblar, para mi suerte, en su razón devoradora de horas, sobre el fogón donde se incineran todos los actos del hombre. Y si mi viste,acaso, alguna vez rendido, no fue ante ningún enemigo, sino que manso, como remanso de un río, no fui vencido; es que me vi sobrecogido por el amor, por la espalda, siempre detrás de una lágrima de payaso triste, que guardo entre las dos costuras del acero que recubre mi armadura.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

La Veleta

Me canta un gallo de hoja de lata, con su kikirikí afónico de óxido rojo, contra el cielo azul desde la veleta del tejado. Lo hace por los cuatro costados, puntos cardinales de mi infancia. El viento trae fragancias del ayer, que son perfumes de añoranzas. Siempre queda la esperanza de un nuevo viento, de un suspiro que de aliento a la torreta, y girando loca la ruleta, justo por donde se desdibuja el último ojo que aún le queda, pueda atisbar la silueta de mi amada que viniendo desde tan lejos, me llama. Ella mueve otra vez sus brazos, dos ramas de perfumados álamos, envueltas en la corteza blanca de su vestido de algodón almidonado. Y yo, corro veloz hacia su horizonte, pero nunca la alcanzo. Tal parece que el árbol de su vida está plantado en otro campo, mientras surcos son heridas en la tierra de barbechos donde mi corazón habita desde entonces. Aún la veo, y mi gallo veleta otea, girando loco, otra vez su horizonte aprovechando lo poco de hombre que a este viejo le queda. El tiempo es mala moneda, nada puedes comprar con él, porque tan solo presta. Cruje con pereza, bostezo de madera vieja mi tejado, y deja que un agua del pasado, con la sutileza de un hilo, me matenga en vilo formando una gotera de recuerdos día y noche. Por los siglos de los siglos amen, desde entonces vengo amando, yo le digo al equinoccio que igualó, con su sacerdocio borracho del cáliz del tiempo, nuestros días y nuestras noches; y que nunca dejaré de amarte, porque en las dos mitades simétricas de mi vida, te amo por partes iguales, día y noche, aunque ninguna tenga medida.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.

jueves, 4 de junio de 2015

Quijano... Quijote

Ya me cansé de ser Quijote, me dice el Quijano que me habita corazón adentro. Guardo silencio un rato y tomándole luego la mano le digo: Quijano, amigo mío, ya no seremos mendigos, ni yo por mis ideales, ni tú por tu anhelo de la tierra. Estando despierto yo, no hay sosiego que te ofrezca, y estándolo tú, no hay siesta en que no te aparezcas ni pesadilla en esta baldía tierra que de ambos se aparte. Yo también me cansé de este viaje a ninguna parte. Llegaremos a un acuerdo los dos, en este hombre que habitamos, yo no pondré más las manos en otro ideal peregrino y tú no te harás nunca vecino de la vulgaridad. Buscaremos la soledad de un mundo nuevo, donde el único juego posible sea, respirar sin el anhelo de más aire, como sino bastara el cielo. Ya no pisaremos suelos de hipócrita solemnidad, ni dejaremos que la falsa caridad de un vano intelecto nos muestre condescendencia, o lo que es peor, nos vuelvan a fingir afecto. No sé si se me acabó antes la paciencia que la edad. ¿Qué dices Quijano?, tienes razón, se nos acabaron las dos a un solo tiempo en esta soledad. Partamos de una vez entonces, el camino nos espera, pero no conocerá esta carretera, ni paso de rocín errante, ni burro que le acompañe. Saldremos a caminar la calle como un solo hombre, como un hombre solo que se para en los recodos del camino a beber agua de todas las fuentes, como si fueran afluentes de Dios mismo. El ayer es una sombra alargada del ocaso de los días, y mañana una quimera, una patraña, una sutil tela de araña tejida con fantasías. Durmamos pues Quijano, a la par los dos esta noche, donde no habrá ningún reproche si en vez de soñar, por una vez descansamos. Y cuando mañana alguien nos pregunte que cómo nos llamamos, no diremos que Quijote o Quijano, diremos simplemente Alonso, un hombre más.

Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.