Siempre fui enemigo de las sombras, de esas que ahondan por los rincones de la mente, corredores oscuros, susurros de codicia, donde el hombre se desquicia en deseos. Afortunado aquel que alcanzó el faro de su corazón, el rumbo perfecto que marcan sus afectos cuando navega en la emoción.
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