Sólo te escribí un par de canciones, y en mi corazón hecho jirones se quedó a vivir por sus rincones tu imagen en su nido de emociones, en la cara oculta de mi soledad, allí donde ahonda la orfandad de todos los sueños perdidos. Jugué con mi anhelo de poeta y tocando entre las teclas de mi piano, planetas excéntricos, perdí mi propio centro que volaba impregnando las notas con su perfume. Lo imposible se resume en el verbo amar, y en una suma de intangible duplicidad, la misma que esquiva agacha su mirada para esconder su culpabilidad. De vuelta en mi vieja taberna me siento frente al piano, y cuando levanto de nuevo su tapa, se desatan en vuelo presuroso, bandadas de palomas negras y blancas, que se escapan por las ventanas tras haberse alimentado con las migas de mi tiempo.
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