Páginas

domingo, 5 de enero de 2014

Mi Caballo y la Soledad.

Para caminar, me alcanza mi caballo; para soñar, la libertad. El camino de los siglos es mi destino, y su norte tu recuerdo. Estrellas de azúcar me hacen guiños desde el cielo y mi caballo se vuelve sumiso, pidiéndome descansar. Hoy se cubrió otra jornada y será mañana otra más. Llevo como mapa una instrucción que me guía, y en la solapa una flor de soledad prendida con el alfiler de los días del hombre; a quien mi caballo le canta con el sonido monótono y acompasado de sus cascos, equino juglar del sendero, que partí en busca de un universo entero, que a los noventa perdí la cuenta de los días, que lejanos ocasos me enamoran, que pasé todas las horas conociendo a un sólo hombre, que repetía un nombre de Dios en cada hoja de los árboles que cruzaba. Y la flor escucha y mi caballo repiquetea de metal las piedras de las majestuosas montañas. Luego cruzando entre las cabañas de alguna vieja aldea, extrañas miradas me contemplan y alguien exclama, ¡Es un caballero andante! Y sonríe mi equino en su relincho y niega con el movimiento de su cabeza, diciendo: Mi señor es caballero soñante, porque por andar andante, ya no sigue caminos, solo los abre para que otros los transiten. Él ya se conoció como hombre, en un mundo de hombres ignorantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario