Adiós mi espejo. Ya no serás reflejo de mi alma nunca más. Vuelvo presto, a la intimidad de mi mundo, donde dejaré de ser oriundo de tus ojos, para ser de nuevo, esta vez y para siempre, original. Donde yo voy tú no me alcanzas, y quedarás, espejo, dormido en la distancia, sintiendo que aquel reflejo, que en ti habitaba, fue lo único auténtico que vivirá en ti. Tú solo, te rompiste en mil pedazos, no es mio sino tuyo el fracaso, y en el ocaso del tiempo nada llenará tu superficie, porque mil cristales no pueden reflejar mil lunas, en la oscuridad de la luna nueva. Mi cuerpo mortal quedará en su tumba, trazará mi alma, la postrera elipse de su viaje final, y dormirá de nuevo sin desvelos de emociones, en el arrullo final del eclipse de dos lunas
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