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jueves, 25 de agosto de 2011

Las banderas



Algún día nos veremos en la obligación de hacer un acto de humildad y reconocernos sin falsas importancias. De ser lo que somos sin pretender imponer a otro nuestro pensamiento. En España somos tan dados a enarbolar símbolos para subir nuestro ego a ellos. Si llevo una placa o soy funcionario, ya tengo patente de prepotente para mirar por encima al ciudadano, si soy periodista te amenazo con telebasurear tu vida, si soy de un colectivo gay, guay o alternativo, mi ideología es la suprema y te gritaré ¡FUERA, FUERA!. Creamos constantemente nuevas banderas, para tapar viejos olvidos de injusticia. Algún día, después de habernos devorado y con las dentelladas aún calientes de nuestros hermanos en los brazos, nos arrancaremos todas las banderas del hombro y escribiremos en su reverso, como el astronauta perdido de aquella letra de una canción de la Oreja de Van Goth, ¡que soy de la humanidad!. Entonces cuando alguien nos vuelva a decir aquello de ¡Usted no sabe con quien está hablando! le podremos mirar a los ojos y  decirle que SÍ

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