He arrojado tus cenizas sobre el mar de mis recuerdos en un día sin oleaje, harto de pagar el peaje de las conchas, me cansé de ser fractura entre tus rocas de silencio. Derribando las columnas del templo de mi tiempo sobre el suelo de la vida, he cerrado mis heridas para pasar de puntillas por encima de los cielos. En mis pupilas ya no hay desvelos, el consuelo es lo vivido para amar y el camino recorrido remontando la eternidad en busca de un sueño. Soy fugitivo de la prisión antaña y cruzando la montaña de los anhelos encontré mi libertad. Ya me marcho de ti, porque llegando hasta mí alcanzo el punto cardinal donde convergen mi sueños en la rosa de los vientos de todos mis actos pasados.
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miércoles, 22 de mayo de 2013
miércoles, 15 de mayo de 2013
Mi Lapiz Baila
Mi lápiz baila la melodía de la lengua. La lengua es instrumento para cantar tu belleza. La belleza son las notas con las que mi alma reza y mis rezos sinfonía con la que el universo llenas. El universo es papel pautado de estrellas, donde otro lápiz baila, otra lengua canta, con notas de belleza eterna, rezos de infinitas almas que llenan todos los universos con sinfonía de esperanzas. Los universos son papel pautado estrellas del libro de anhelos en el primer acto de la opera divina de Dios.
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domingo, 12 de mayo de 2013
Imortalidad
Hay cosas que nunca mueren porque prevalecen silentes y calladas en la sosegada calma de un sueño de amor. Preservadas desde su origen, acerrife milenario donde encalló el barco visionario de mis sueños de poeta. Tanta muerte seguida de su vida correspondiente, peces de los días en el río afluente que converge con el de la eternidad de Dios en el delta de la fe. Alargo mi mano desde el barro hacia lo alto, este tarro planetario me contiene y veo nostálgico luces en el cielo, que con su cómplice movimiento me traen lejanas noticias de mi gente. Mis lágrimas son estanque donde donde se refleja la luna... y las dos y las tres de la mañana me sorprenden espoleando versos para galopar universos, migas de planeta que la mano inquieta del Dios que me alimenta en los latidos, dejó esparcidas, marcándome la salida, el día en que mi corazón convertido en nido, se desprenda en mortales sin sentidos para gritar te amo nuevamente.
La Dama del Desierto
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Era dama en el desierto, acierto pleno en la belleza del silencio de arena, que jugaba en su melena de dunas doradas. En la oscuridad de su almohada, perdida de estrellas de plata, la noche la miraba con millones de ojos ávidos de esperanza; y una luna blanca de nácar inmenso, se asomaba sonrojada por el horizonte de arena del tiempo, pero valía la pena el sonrojo. Y yo maldecía la tienda que encerraba sus ojos negros. Soy la luz de una lejana hoguera que arde próxima a la frontera donde acampan los locos de amor, y miro desde lejos y siento desde cerca que cruzando por fin la anhelada puerta de su tienda, habrá concluido al fin mi travesía del desierto. Si el amor es locura o cordura, yo no acierto a darle explicación, solo sé que sin emoción enloquezco y sin amor no puede haber cordura.
jueves, 9 de mayo de 2013
La Cadena
Vivo encadenado, por un lado la cadena de mis días, de otro la de todos mis errores, eslabones que se añaden eslabones que me quitan. Soy un secreto a voces, y mi razón se precipita en su pensamiento de marmita donde bullen ilusiones. Mi corazón es ermita donde una errática alma habita en su oración, escondida en un rincón mientras las paredes tiemblan. Pronto acabará la contienda, la cadena de mi vida se acorta, y por la aorta que alimenta la eternidad de mi alma, solo el amor me regará, ganando mi anhelada calma. Dejaré de abrir las puertas para otros de sus propios infiernos, y de enfrentar sus demonios. Se rompen ya las cadenas, es tiempo de libertad.
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jueves, 2 de mayo de 2013
Lo último de Jesus Eduardo Santos Hernández "ACARYA"
Acarya es espiritualidad y poesía, es fantasía que llena el alma. Escrito a caballo entre aeropuertos, calles repletas del Tercer Mundo, viejos cafés, que en sus múltiples viajes el Profesor Jesús Santos Hernández iba recogiendo, recolectando para sus alumnos de filosofía y que luego con urgencia alimentaria subía a su blog desde su dispositivo móvil. Es autoayuda en movimiento, prosa poética viajera que deparará al lector un acceso al mundo mágico de su corazón y le hará reflexionar sobre el sentido de su propia vida. Siguiendo el estilo de todas sus novelas, está colección de vivencias te ofrecerá una nueva visión del mundo.
Read more: http://espanol.free-ebooks.net/ebook/Acarya#ixzz2S87DrFtw
Crítica de En el Ojo del Huracán
EN EL OJO DEL HURACÁN: “LAS CLAVES DEL SER HUMANO”
Por: Dr. Jaime Torres Mendoza
Catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila en la Licenciatura de Letras Españolas
Publicado en la revista Crítica de México.
Aproximación crítica:
Coexisten en la práctica de la crítica
literaria contemporánea dos tendencias en gran medida contradictorias
pero, al mismo tiempo, dependientes una de la otra. Por un lado, la
tendencia a explicar la obra en términos del lector basándose en los
actos de emoción que le provoca la lectura; por otro, la tendencia a
explicarla en función de un autor que transcurre por una serie de
procesos imaginativos regidos por un conjunto de leyes propias que van
construyendo un universo con una lógica que le da coherencia al
texto. La tendencia generalizada de los críticos de hoy, es
considerar el texto literario como un proceso imaginativo que involucra
múltiples factores que tienen que ver con algo más que el oficio de
escribir.
La escritura de un libro supone que
estamos ante la presencia de un verdadero y auténtico intelectual que
no ha dejado un punto vulnerable por donde se pueda venir abajo la trama
con que se ha tejido la historia presentada en el volumen. Un
intelectual capaz de entender que su labor no se reduce a un mero
fenómeno estético, sino que su quehacer echa a andar otro proceso: el de
consignar una serie de claves para desentrañar la complejidad del ser
humano en el acto de convivir en sociedad.
Esto último es particularmente
importante pues todo texto literario, por más ficción que sea, siempre
tiene un referente que lo sitúa en un suelo histórico: el del autor
mismo y el de la época en que se escribe.
El libro
Y esa es la característica de la
novela En el ojo del huracán, autoría de Jesús Santos Hernández, en la
que da razón y noticia de una serie de acontecimientos que tienen
lugar en un tiempo sin tiempo pero cuya memoria de los hechos ha quedado
impreso en los eslabones con que los dioses han tejido la
historia del universo, por tanto, es una historia que se proyecta
sobre el devenir del ser humano y su quehacer en la historia misma.
El libro se nos presenta como un “prodigio novelístico” de
no fácil realización. Se ve que en su confección hubo un propósito bien
planeado, una voluntad de respuesta a la hora de establecer contacto
directo con el público, desde el punto de vista de la exigencia que se
impone todo escritor serio.
Por ejemplo, en sus páginas la
decoración y el mobiliario que integran el mundo de los objetos,
conllevan una fuerte carga emotiva; la descripción de los paisajes es
metódica, el narrador escudriña cada detalle para que el lector sienta,
vea el escenario y comparta la sensación de ser invasor en la intimidad
de los personajes. Es una mirada intrusa, ciertamente, pero que a la que
se le ha permitido la entrada con un sólo propósito: la necesidad de un
espectador cuya mirada recupere para la historia la serie de
acontecimientos que constituyen el núcleo de la narración. Es decir, En el ojo del huracán es un
libro con todos y cada uno de los componentes que le son exigidos a
cualquier obra de verdadera jerarquía.
El tema, por demás atrayente y excitante
para la curiosidad del lector que, al tomar en sus manos la novela,
puede explicar algunos aspectos fundamentales de la conducta
y el comportamiento humano. Más aún cuando este propósito se lleva a
cabo, como se hace en este libro, combinando su estudio filosófico con
lo que podríamos llamar teorización sistemática.
En esta combinación, a la hora de
sistematizar sus contenidos, la mejor parte se la lleva la cuestión
filosófica, donde el autor se desempeña con bastante soltura, dada su
formación. A través de una serie de argumentaciones, preguntas y
planteamiento de problemas, se dan soluciones éticas,
propias del universo de acciones donde participa el hombre.
Quizá no entrañe demasiado riesgo
otorgarle al libro la definición de bueno, considerando varias
vertientes. Por ejemplo su argumentación es brillante, torrencial a
veces, pero siempre coherente. El recurso utilizado por el autor de ser
una supuesta traducción de un libro antiguo encontrado por un
arqueólogo védico, le confiere una dosis de misterio y atemporalidad que
le vienen bien al libro. Pero eso es sólo un recurso, mejor aún,
una estrategia para atrapar al lector. Con una estructura aparentemente
simple, En el ojo del huracán está estructurada en dos
libros. El primero de ellos se divide en ocho capítulos: “El final de la
contienda”, “La abdicación del rey Elihaj, “La coronación de la reina
Upsarani”, “La batalla de Pétrea”, “La maldición de Upsarani”,
“El destierro”, “El segundo destierro”, “La batalla final”. Esta
estrategia permite realizar un recorrido no lineal, llenos de cambios de
tiempo y espacio que permiten al autor generar una expectativa continua
que atrapa al lector.
El conjunto de los ocho
capítulos del primer libro, van hilvanando una historia de batallas
entre reinos celestiales, mezclada con una serie de pasiones que
entran en juego para resaltar una serie de valores que sobresalen
siempre por encima de otros que se quedan en la sombra y que le dan
movimiento a la trama que constituye el núcleo de la novela. Pero eso
es, lo reitero, sólo una estrategia; en realidad el libro es sumamente
complejo pues está escrito con la mayor de las malicias literarias,
además de desenvolverse en el terreno del simbolismo para aludir
directamente al destino del hombre.
El segundo libro, breve en su
dimensión, con apenas un todavía más brevísimo capítulo denominado
“El africano”, permite dar el salto de un mundo metido en lo más
profundo del cosmos y establecer la conexión con la
historia del hombre en la tierra. Es un salto cualitativo que le
confiere el grado de verosimilitud que En el ojo del huracán requería
para ser parte de nuestra propia historia.
La novela en cuestión, no es una novela
cualquiera pues contiene una clara tendencia intelectual: es casi una
parábola, una alegoría, una fábula e, incluso, un teorema. Este discurso
narrativo es el soporte para presentar a un magnífico guerrero, un ser
perteneciente a una dinastía de combatientes única, que se ve
enfrascado en una serie de conflictos en los que
está en juego el destino del universo y que operan como telón de fondo
donde se pone a prueba la definición de su yo verdadero como aspiración
ideal y universal del hombre.
El guerrero era un ser especial.
Combatía con toda la piedad del mundo; arremetía contra sus flagelos,
tensando cada músculo en la consecución del triunfo moral, lidiando cada
tanto con la gloria gratuita otorgada a los vencidos. Luchaba y volvía
del combate adolorido y amargo, con el ánimo desvanecido. Esgrimía la
voluntad como razón, derrumbándose ante la posibilidad del perpetuo
fracaso que su propia soledad le ofrecía. Entendió que la derrota era
una dinastía que tenía que demolerse con los actos
consecutivos del ánimo. Tocaba el mundo y asimilaba su condición de
elegido a golpes de humildad. Y un día, después de todo, se venció para
ser eterno entre los humanos.
En el ojo del huracán, nos permite
asistir a la construcción de un mundo que funciona como una memoria que
ilustra de manera trágica cómo el desmoronamiento de la razón, no sólo
da al traste con un imaginario que entiende la vida como una pedagogía
de lo civil para pasar a una mentalidad donde el saber es algo más
que el propio hecho donde el caos lleva directamente al desastre.
La virtud literaria que
sobresale en el texto reside en la evolución y desarrollo de su
protagonista, Suriadev, cuyos rasgos, conmovedores y entrañables,
aspiran a una universalidad en la que se representa al género humano y
que se legitima en los actos cotidianos de los seres a los que alude.
Esa evolución y desarrollo es responsabilidad de un escritor que sabe su
oficio para convertir un proceso imaginativo en una virtud. A tal virtud hay que añadirle un
atractivo adicional: el texto busca describir el afuera, y lo logra. Sin
embargo, lo importante aquí es que lo logra como si se tratara de una
dimensión interna de los protagonistas principales, de un espacio
simbólico en el que el yo precisa su definición en un entorno incluyente
donde destacan fibras de pensamiento que se introducen en todas las
realidades alcanzables por cualquier ser humano. Y es que tiempo y espacio son conceptos
que en la literatura no se pueden separar pues ambos son parte de una
misma metáfora. En el discurso fantástico el juego con el tiempo
puede, en algunas ocasiones, simbolizarse en la descripción espacial. La
poética de lo fantástico, llamémosle así, mantiene estrechos lazos
con el pasado, con la idea de perseverar un pasado perenne.
La continuidad temporal se somete al
triunfo de lo estático o de lo pretérito que no muere. El texto, en este
caso, es el sitio pleno de nostalgia, nostalgia de una época de oro, de
una original armonía, de un esplendor.
Atrapar el pasado en un espacio, sea con
los decorados, con la antigüedad del edificio, o con la obsesión de un
personaje, preserva el sentimiento de lo fantástico, como observamos a
lo largo de esta novela donde la yuxtaposición de tiempos paralelos
son el nudo de lo fantástico, su espina dorsal, pues.
El carácter senil de una narración
es el resurgimiento de un personaje en función del símbolo de la
permanencia al tiempo que se instituyen como un elemento inquietante.
Tiempo y espacio están fuertemente relacionados para provocar la
yuxtaposición de registros insertándolos en una tercera dimensión a
caballo de lo imaginario y lo real que es lo simbólico, escenario real
de la novela de Jesús Santos Hernández.
El pretexto del filósofo
En la
novela En el ojo del huracán, Jesús Santos Hernández, hace girar las
ideas que expone sobre sus propios conceptos de historia, de filosofía,
de religión y de ética, en torno a una reiterada y obsesiva advertencia
que nos previene de toda posible desviación, o si se quiere, de toda
falsa interpretación de la libertad o la justicia, que de manera
inquietante son siempre puestas en peligro por los poderes ya
establecidos, sean políticos, económicos o de Estado, y también por los
que potencialmente pueden surgir en cualquier instante. Es decir, de alguna manera la
novela sirve como un pretexto para que el autor dé rienda suelta a una
filosofía que desea difundir, porque es la filosofía en la que ha
asentado su pensamiento y en la que cree con firmeza.
A lo largo del libro queda claro
para el autor que el verdadero problema que plantea la libertad
individual no puede surgir al considerarla como algo aislado, sino
precisamente lo contrario, considerarla en conexión con las libertades
ajenas, las de otros individuos, como tales y en cuanto que todos forman
parte de la sociedad. El problema de la libertad individual,
según parece decir Santos, es el problema del conflicto que puede darse,
como de hecho se da, entre las libertades de los diferentes individuos
de una sociedad. Este es el problema que está presente en la novela que
nos propone el autor. Lo esencial del libro, sin embargo,
está en la manera de resolver dicho problema, consistente
aquí en el descubrimiento y/o fortalecimiento del yo verdadero (con
claras resonancias de la filosofía de Isaiah Berlin), que supone la
transformación del yo empírico (el sujeto tal como se nos muestra
delante de los ojos, con sus proyectos de vida, sus deseos y apetencias)
de los individuos en el yo verdadero (el que hace concordar la idea de
los valores universales con el mundo real donde se ejercen) de los
mismos.
Se trata de eliminar los antagonismos
individuales mediante la efectiva transformación de los individuos, como
parece quedar claro en la actuación práctica de Suriadev, personaje
central de esta novela, para desembocar en la culminación y
establecimiento de un orden de justicia.
Esta manera de resolver el conflicto
sitúa al texto muy cerca del pensamiento de Gastón Bachelard,
específicamente en su obra La poética del espacio, donde se hace
referencia al nido y a la concha, como dos posibilidades de ser y donde
la permanencia es lo esencial.
Suriadev, el personaje central de la
novela, encarna al nido que se construye para dar vida alejándose de la
noción de concha, que continúa toda su vida en construcción. El nido es
la morada suave y cálida del pájaro, en cuanto se instala la vida, se le
protege, se le cubre. Suriadev es el ser que sale de su concha para
sugerirnos los ensueños del ser total. Suriadev no es sólo el ser mitad
carne y mitad dios. Es el ser semimuerto y semivivo y, en los grandes
excesos, es también mitad piedra y mitad hombre. Suriadev, en medio del ojo del huracán,
es el nido, la casa. Y todo eso representa simbólicamente el hogar, que
es nuestro rincón entrañable en el mundo porque es el estado del alma.
La casa, volviendo al pensamiento de Bachelard, tiene elpoder de
integrar los pensamientos, los recuerdos y los sueños del ser humano,
para volverlo precisamente eso: más humano. El principio unificador de esos tres
elementos es el sueño, o si se quiere, la imaginación. Suriadev es la
casa que no permite la dispersión. Es el elemento que
conserva el pasado en un espacio que contiene el tiempo comprimido. Una
casa con muebles y demás objetos intactos, sin renovación, constituye la
quimera de la permanencia. Por eso Suriadev se renueva y cambia cada
vez, para lograr la permanencia esencial que será cantada —y contada—
por Sios, el escriba de los dioses.
Apunte final
A lo largo de la presente reseña, he
desistido de caer en la tentación de darle a la redacción una
inclinación con tintes de falsa erudición sacando de su contexto citas y
frases para validar mis propias líneas de argumentación. Además de ser
un método cansado para el lector, me parece poco ético al querer inducir
a un lector hacia una lectura que, quizá no es de su interés; por otra
parte me parece ofensivo para el mismo lector al considerarlo incapaz de
realizar una lectura crítica.
A cambio de eso, he pretendido que esta
reseña se convierta mejor en una invitación abierta para que un lector
ávido de un texto desafiante, pueda adentrarse en las páginas de este
libro que se ha abordado aquí con toda humildad y respeto, tanto
para el autor como para el lector. Finalmente debo decir que la impresión
que me queda de Jesús Santos Hernández, es la de que, claramente, es un
hombre de letras, además de un filósofo, de pureza tal que ya hay pocos
cultivadores de la palabra, como él. En todo momentoel escrito deja
traslucir la inmensa cultura y el gran conocimiento de los escritores de
filosofía y religión que, según se aprecia en el libro, están
perfectamente asimilados.
Pero por si eso fuera poco, el Doctor
Jesús Eduardo Santos Hernández, como es su grado académico alcanzado y
su nombre completo, nos comparte múltiples claves sobre el ser humano de
cualquier época, al tiempo que nos permite meditar profundamente
sobre el proceso y la situación de la crisis de nuestro tiempo. No es gratuito este hecho, el autor es
un hombre de sólida preparación académica, filosófica y
religiosa en cuyas fuentes ha bebido de la sabiduría. Así lo atestiguan
sus artículos periodísticos, sus programas de radio y televisión así
como los diversos libros publicados entre los que se encuentran: Súbete a
una nube, Historias de un viejo olmo, Cartas a Dios, Diálogo de
locos y La última función, entre otros.
De manera conclusiva puedo decir
que En el ojo del huracán, de Jesús Santos Hernández, se singulariza,
sobre todo, por su tono ético, responsable, sin hacer fácil política.
Busca, eso sí, inquietar profundamente al lector, no solo entretenerlo. Y
lo logra plenamente creando un personaje de gran categoría, que se
incorpora a la galería de seres humanos, sin más. En el trasfondo, la obra es partidaria
de una ética. Entre líneas quedan señalados los peligros que puede
acarrear la identificación de la ética con el mero análisis del lenguaje
moral. Para decirlo con una de las palabras más manoseadas de nuestra
cultura, la obra deja traslucir la necesidad de una ética
comprometida en las acciones de los seres en busca de la definición de
su yo verdadero.
Diría, entonces, que el libro en su conjunto es un acierto que regocija al mundo editorial.
Dr. Jaime Torres Mendoza
Catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila en la Licenciatura de Letras Españolas
En el ojo del huracán,
Jesús Santos Hernández,
Fundación Dharma/Grupo Universidad Internacional Euroamericana/Laxman publicity & publishers,
Wilmington, USA, 2008
359 pp.
Prologo de la novela Súbete a una Nube de Jesús Eduardo Santos Hernandez
El uso deliberado y sin reservas del tratamiento mágico, hacen de Súbete a Una Nube un relato que si bien no pretende agotar las posibilidades del género fantástico, sí se mueve con éxito en el azaroso mar de una lógica en donde la imaginación parece ser la suprema ley. Jesús Santos Hernández a nuestro juicio, ensaya en este libro un poco del texto preceptivo propio de la literatura fundada por Platón en “La República” y Refundada en el Renacimiento por Moro y Campanella más tarde por
Bacon.
De acuerdo, esta novela no es una “Utopía”, ni una “Ciudad del Sol”, pero sí propone situaciones que estructuralmente encajan en el modelo literario del “No hay tal lugar”. En descargo de mi osadía, debo decir también que si he encontrado en el texto reminiscencias de ese género, hallé de igual manera, la mano de Lewis Carroll (El de Alicia en el País de las Maravillas) en la llegada del protagonista al “mundo de lo literario”, esa república autónoma a la que acude, guiado por el Mediador, para cumplir la deuda de una historia inconclusa.
Es memorable el encuentro de Daniel con “Los Tres Mosqueteros” de Dumas, que casi lo atropellan entre las patas de sus desbocados corceles, y es asimismo inolvidable el rol de Mesías que llega a cumplir este escrito editorialmente frustrado, ante sus propios personajes. En cierta medida este papel cumple en la novela la función de recordarnos que nosotros mismos somos nuestros propios redentores más que el perdón de la dialéctica del pecado, lo que importa y vale es el arrepentimiento.
Lo que hagamos por remediar el mal que hayamos hecho.
A parte de los puntos de filiación que encontramos en esta pieza narrativa con otros géneros y autores, lo verdaderamente importante de este trabajo es sin duda el ameno recuento que hace Daniel, el protagonista principal, de su vida, que, sin ser un desastre precisamente, está llena de experiencias deplorables particularmente de una serie de altibajos en su estado de ánimo, que le orillan a sentirse casi un fracasado en sus relaciones profesionales y conyugales. Surgen así, disimulados en el simbolismo de la narración, consejos y recomendaciones que transmiten al lector métodos y actitudes
que, bien asimilados, le permitirían asumir una posición personal ante la vida menos pesimista. El título mismo predispone a reflexionar sobre la importancia que tiene en este sentido, retomar ese aspecto de nuestras capacidades que el empirismo y la sobrestimación de la vida material, han dado en relegar como algo propio de la gente pequeña, me refiero a la imaginación.
Si nos detuviéramos siquiera unos minutos para hacer un pequeño inventario de los males que la humanidad padece, estoy seguro de que todos convendríamos en que con un poco de imaginación (lo cual ha de traducirse como un poco de buena voluntad), resolveríamos muchos de nuestros problemas.
Y ese parece ser el mensaje explícito de este libro, Subir a la Nube vale tanto como (en determinadas circunstancias), bajarse de ella. Lo que no vale es quedarse todo el tiempo en tierra, o negarse a bajar en puerto, cuando así lo requiere nuestra felicidad y la felicidad de los demás.
Como quiera que sea, por lo pronto, súbase a esta nube y disfrute un poco del viaje al que nos invita Jesús Santos Hernández.
Dr. Cuauthemoc Rodríguez Puente.
Catedrático de Literatura Universidad Veracruz.
Bacon.
De acuerdo, esta novela no es una “Utopía”, ni una “Ciudad del Sol”, pero sí propone situaciones que estructuralmente encajan en el modelo literario del “No hay tal lugar”. En descargo de mi osadía, debo decir también que si he encontrado en el texto reminiscencias de ese género, hallé de igual manera, la mano de Lewis Carroll (El de Alicia en el País de las Maravillas) en la llegada del protagonista al “mundo de lo literario”, esa república autónoma a la que acude, guiado por el Mediador, para cumplir la deuda de una historia inconclusa.
Es memorable el encuentro de Daniel con “Los Tres Mosqueteros” de Dumas, que casi lo atropellan entre las patas de sus desbocados corceles, y es asimismo inolvidable el rol de Mesías que llega a cumplir este escrito editorialmente frustrado, ante sus propios personajes. En cierta medida este papel cumple en la novela la función de recordarnos que nosotros mismos somos nuestros propios redentores más que el perdón de la dialéctica del pecado, lo que importa y vale es el arrepentimiento.
Lo que hagamos por remediar el mal que hayamos hecho.
A parte de los puntos de filiación que encontramos en esta pieza narrativa con otros géneros y autores, lo verdaderamente importante de este trabajo es sin duda el ameno recuento que hace Daniel, el protagonista principal, de su vida, que, sin ser un desastre precisamente, está llena de experiencias deplorables particularmente de una serie de altibajos en su estado de ánimo, que le orillan a sentirse casi un fracasado en sus relaciones profesionales y conyugales. Surgen así, disimulados en el simbolismo de la narración, consejos y recomendaciones que transmiten al lector métodos y actitudes
que, bien asimilados, le permitirían asumir una posición personal ante la vida menos pesimista. El título mismo predispone a reflexionar sobre la importancia que tiene en este sentido, retomar ese aspecto de nuestras capacidades que el empirismo y la sobrestimación de la vida material, han dado en relegar como algo propio de la gente pequeña, me refiero a la imaginación.
Si nos detuviéramos siquiera unos minutos para hacer un pequeño inventario de los males que la humanidad padece, estoy seguro de que todos convendríamos en que con un poco de imaginación (lo cual ha de traducirse como un poco de buena voluntad), resolveríamos muchos de nuestros problemas.
Y ese parece ser el mensaje explícito de este libro, Subir a la Nube vale tanto como (en determinadas circunstancias), bajarse de ella. Lo que no vale es quedarse todo el tiempo en tierra, o negarse a bajar en puerto, cuando así lo requiere nuestra felicidad y la felicidad de los demás.
Como quiera que sea, por lo pronto, súbase a esta nube y disfrute un poco del viaje al que nos invita Jesús Santos Hernández.
Dr. Cuauthemoc Rodríguez Puente.
Catedrático de Literatura Universidad Veracruz.
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