He arrojado tus cenizas sobre el mar de mis recuerdos en un día sin oleaje, harto de pagar el peaje de las conchas, me cansé de ser fractura entre tus rocas de silencio. Derribando las columnas del templo de mi tiempo sobre el suelo de la vida, he cerrado mis heridas para pasar de puntillas por encima de los cielos. En mis pupilas ya no hay desvelos, el consuelo es lo vivido para amar y el camino recorrido remontando la eternidad en busca de un sueño. Soy fugitivo de la prisión antaña y cruzando la montaña de los anhelos encontré mi libertad. Ya me marcho de ti, porque llegando hasta mí alcanzo el punto cardinal donde convergen mi sueños en la rosa de los vientos de todos mis actos pasados.
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