Algún día dejaré de ser adjetivo, para ser sustantivo de mi alma, y recobrando entonces la calma vivir en la oración del universo, sin mas cara ni reverso, con la mirada antaña del niño guia que llevo dentro. Conjugaré entonces el verbo amar y viviré su eterno participio activo como amante, y no será la soledad distante de mis días quien marque el ritmo de mis noches. Seré un eterno derroche de esperanzas viendo la verdad que alcanza quien, subordinado en la oración de Dios, se encuentra a si mismo oculto entre Sus frases, las mismas que con hermoso lenguaje de poeta universal, dejó escritas en Su obra, el sujeto elíptico que habita en mi corazón.
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