Háblame porque al fin ya escucho tus silencios. La quietud es asiento donde reposa mi mente, mi alma silente aguarda las palabras no dichas, las que encierran la dicha verdadera del ser. Háblame sí, con tus silencios y dejemos que destellos de plata de encendidas estrellas de azúcar y nácar nos acompañen hasta el amanecer. Te siento en los silencios de mi corazón, en el espacio que habita entre dos te quiero, en el palacio de mi alma para quien todo tiempo nunca pasa. Te aguardo con la puerta de mi casa abierta, con el duermevela de los cometas que cruzan fugaces el cielo milenario, rutinario y distante de los hombres. Háblame sí, con tus silencios, ahora te entiendo; ahora que por fin estoy muriendo de amor despertando a la vida, sangro por todas mis viejas heridas tus callados lamentos, por esta agonía de nuestra separación. Me mandas maestro en tu eterna emoción en busca de nuevos hombres palabras, atormentados de conceptos, para hacerles callar con los cuidados que tu amor puso en mis manos, con el silencio a gritos de mis cansados y torpes labios. Miradas blancas en cuerpos negros, aguardan para ser oídas, antes de que acabe la partida y el universo entero deje de hablar para desvelar el secreto inalcanzable de sus silencios.
Enviado desde mi BlackBerry UCAM
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