Amo la poesía, porque siendo el hombre fantasía divina que emana de la nada inalcanzable, hace inagotable en la misma forma el torrente de emociones que se desborda en el corazón. Donde la sinrazón de la materia impera, yo hago mía la novela del tiempo, y cruza lisonjera el alma de ancestro el río de los días y sus riberas, buscando nuevas primaveras de inmortalidad en un verso. Surgí detrás de un padre nuestro, para dejar la oración de peticiones, y escondido en los rincones de Su tiempo, gritar, Amado mio.
Amo sí la poesía porque es la única melodía que no precisa de instrumento, y si breve fue la vida, eterna es la herida de amor que me causa. Ya no hago pausas ni estaciones en mi viaje, ya pagué cualquier peaje en las cicatrices del traje de mi cuerpo. La ciencia ciega dirá que he muerto, y mi poesía riendo hablará, que dejé la soledad de la compañía del mundo, para adentrarme fecundo en el bosque donde cada árbol es un poema y cada fruto un verso, y a lomos de la poesía alcancé la lejana estrella que marca la frontera de este universo. Me marché siendo aprendiz y maestro, escapando por el silencio que habita entre los dos te quiero donde mi alma de marmita, palpita en sus emociones llena de recuerdos.
Enviado desde mi BlackBerry® de Fundación Dharma
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