Vivir sin sentido, perdido en el hilo infinito de la madeja del tiempo, a destiempo, como un viejo vapor de raíles oxidados en caminos de latidos de silbidos de silbato blanco, mezclado con el humo negro; como gritando a lo lejos... ¡Ya voy!, ¡Ya voy!. Estuve sentado en el desvencijado banco de mil estaciones rotas donde se alborota, suspendido por una ráfaga de viento, un viejo letrero de madera con el nombre del apeadero de tu recuerdo. Soy un anhelo caído de otro cielo para pisar un suelo extraño, patria irreductible de un hombre imposible, del amor fingido e impasible de una mujer, mientras un viejo huraño, con cicatrices de antaño, administra las migas de los días del poco tiempo que le queda. Volverá a sonar la moneda lanzada al aire, en el desaire de este remolino de olvido, cuando cayendo al suelo, cara o cruz, verá de nuevo la luz oscura de otro sueño inalcanzable.
Enviado desde mi smartphone BlackBerry 10.
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