Una lengua de tijera se cobraba lisonjera, en la frontera de los labios, todos los agravios del mundo cortando juramentos. Saber profundo de quien es fecundo en desengaños. Una voz quebrada de insomnio y años de aguardiente, un agujero entre los dientes, amarillenta chimenea por donde se le escapaba el humo de mil vidas, comprimidas en una sola, junto con el silbido de las eses y las zetas. Volutas disolutas en recuerdos llevan sutiles lamentos de lo que nunca fue. El acento andaluz y un tatuaje, con las letras desleidas, dan fe del coraje con el que un joven legionario, alguna vez, enfrentó la muerte, marcando una página vainilla de su viejo calendario. Luego cambiaría su suerte, el amor se volvió ultraje y dejando el uniforme ya no vistió más traje que el de la borrachera, alternando sus dos colores. Ya no tuvo otra bandera que el rojo y gualda del vino. Él buscaba adormecido sobre una mesa un nuevo olvido, yo nuevo sentido a lo sentido, saber que en lo vivido hay tanto por aprender. Me vi perfumado por su ayer sin quererlo, por entrar resuelto en su húmeda umbría, huyendo de una tarde calurosa, de esas que te persiguen presurosas, por todos los rincones de la ciudad, con sus perros centígrados mordiéndote los pulmones. Taberna de rincones, perdida en callejones de algún barrio de Sevilla. Maravilla de colores y el canturreo acompasado con pequeños golpes sobre la mesa de madera vieja, de aquél hombre, me ofrecieron la fresca promesa del agua de un botijo, una jarra de cerveza y una historia cotidiana; con la que suelen hacer diana las emociones más profundas del hombre. Antes de la quinta aceituna me había cantado en susurro flamenco, una por una, todas sus penas de amores. Me miró con lágrimas contenidas, como la heridas escondidas en las cicatrices de su cuerpo viejo de guerrero. Y un aguacero desbordó por fin su canto.
"Escúchame muy bien muchacho, no te tomes tanto trabajo por comprender al amor, tan sólo vívelo mientras lo tengas. Luego nunca le saques cuentas de cuanto duró". Dio una calada larga al cigarrillo liado que quemaba ya sus nudillos, una fuente de humo se proyectó por el agujero de sus dientes; miró hacia otro lado, con los ojos perdidos y alzó su vaso brindando con los fantasmas de todos los borrachos de amor. Luego, por fin, quedó dormido sobre la mesa. A mi espalda siento repetirse el mismo sonido, los nudillos de otro hombre golpean en otra mesa su copla de amores.
"Escúchame muy bien muchacho, no te tomes tanto trabajo por comprender al amor, tan sólo vívelo mientras lo tengas. Luego nunca le saques cuentas de cuanto duró". Dio una calada larga al cigarrillo liado que quemaba ya sus nudillos, una fuente de humo se proyectó por el agujero de sus dientes; miró hacia otro lado, con los ojos perdidos y alzó su vaso brindando con los fantasmas de todos los borrachos de amor. Luego, por fin, quedó dormido sobre la mesa. A mi espalda siento repetirse el mismo sonido, los nudillos de otro hombre golpean en otra mesa su copla de amores.
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