Nunca dejé de soñar en mitad de lo mediocre, no pudo el color ocre del desencanto pintar mi alma. Aun existo, soy el mismo ser que se ha visto envuelto en grandes batallas, las que enaltecieron al héroe en la contienda y las que derrotaron al hombre en el corazón. No encuentro otra razón a mi desaliento salvo la fatiga de haberme perdido entre guerras, el consuelo de la paz. Quiero creer que todavía no se han dicho mis últimas palabras, que aquellos que me aguardan sepan que partí a lejanas tierras, navegando en el océano del corazón hasta el puerto de mi alma. Que todo viaje de ida tiene otro de regreso en el universo. Volveré para escribir nuevos versos y encontrarme con los míos nuevamente, que son todos aquellos que me trajo la corriente de la vida hasta mi molino de emociones, para mover la cadente rueda de los días, llenos de aciertos y errores.
No me recreo ni en estos ni en aquellos, ni busco la gloria, ni pido perdón porque me quedé sin mejillas. Voy de viaje hasta la orilla de los desencantos, para recoger los restos del naufragio del tiempo, y convertido el desaliento en viento nuevo para mi vela, empujar la carabela que me lleve, solo Dios sabe, hasta sus brazos. Que nadie me aguarde, que nadie me vele, llegaré de repente, envuelto en mi presencia o en la bruma de los sueños, nadie puede recortar el tiempo salvo el amor que convertido en puente, puede cruzar cualquier abismo. Incluso el más profundo, el de mi mismo.
Krishnadas Acarya
No hay comentarios:
Publicar un comentario