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viernes, 26 de abril de 2013

El Piano


Nunca me pareció más hermosa que cuando sus dedos mariposa revoloteaban con premura sobre las teclas de marfil. El añil de sus ojos desteñía lágrimas de gozo, mientras tejía capullos con melodías de arrullo para el alma. Partituras pautadas con hilos de seda dorada recogían cada nuevo compás. Y yo de lejos la miraba, con mirada intrusa de cazador de mariposas, y de cerca, de cerca tan sólo la soñaba. Aun mendigo en su mirada sigo amándola, mientras la góndola del tiempo me balancea en el canal de los días, corriente sideral, manantial que corre hacia lo eterno. Pasaron los inviernos de concierto, y un día desleída en la palidez de sus mejillas dejó a un lado el instrumento para ser solamente música. Zarpó la melodía de su corazón a un lugar donde las velas de mi nave no me llevan, y en todas las tabernas de los puertos he dejado borracheras en su nombre. Hoy cuando dejo de ser hombre y me alcanza el viejo en el espejo la sigo soñando de cerca...

jueves, 25 de abril de 2013

Mi Ciudad

Mi ciudad es librería y entre apretadas calles estantería, libros personaje la transitan. Historias de amor con prólogo de dolor y final abierto. Incierto desierto de páginas en blanco, dormido de vino en cualquier banco, otro libro se deshoja. Desdibuja en amarillo, aventuras del bolsillo, miles de tomos de burócratas. Un libro melodía de instrumentos en una esquina del estante, hace que te pares un instante a leer su lomo, mientras calculas con aplomo que tú, no tienes tiempo para leerlo, porque te crees el anexo de una enciclopedia importante. Anuarios llenos de anécdotas donde los libros viejos cubiertos por el polvo del abandono, tienen tanto que contarte. Y yo me asomo a cada instante con mi corazón de librero, y he visitado el mundo entero, leyendo en personajes, disfraces de apariencias, novelas del corazón y odio. Hoy me subo al podio de los premios literarios para escribir este pasaje, que ya pagué mi peaje de escritor, y encontrando por fin al autor, le he pedido como favor que me permita trabajar en su imprenta.
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sábado, 20 de abril de 2013

Los Sueños de mi Almohada

Nunca dejaré de soñar, si perdiendo la ilusión pierdo la realidad, porque solo la emoción encierra la verdad. Moriré joven o viejo, ya le dejé al espejo del destino que elija por mi la forma, pero nunca lo haré vulgar por comprar la realidad fingida, esa que abre profundas heridas en el corazón y que la razón maquilla con bálsamo de argumentos. Ya no viviré más en el siempre lejos del universo y el peso de la materia no colapsará la arteria por donde circula el torrente de mis anhelos, coronaria aventura que riega el alma en su ventura de ser de Dios enamorada. Los sueños de mi almohada dicen que el tiempo se disuelve en la distancia que con tres pasos de amor mi Señor alcanza. Los sueños de mi almohada encierran los secretos de mis lágrimas, cristales de sal en la orilla misma del mar de la mirada; cuando la ilusión latía entre dos suspiros, adolescentes guiños de amor, cuando fuimos poco más entonces que dos niños. Hoy con otro disfraz de nombres sé que sólo tú fuiste mujer, en aquel atardecer sobre la playa, para que yo fuera en tu amor tan solo un hombre.
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lunes, 15 de abril de 2013

El Circo

Soy artista enamorado en el circo de mis actos, y mi alma flor que llora en mi solapa de payaso mientras río . Tengo una carpa de estrellas y un trapecio de poemas que pende de ella y se balancea fragilmente sostenido en la cuerda de mis anhelos. Hago reír y llorar, bajo todos los cielos, para que un espectador de nombre soledad, comprenda. Monto mi tienda en cualquier esquina, donde se avecinan presurosos el resto de artistas del circo que actúan cada día en sus tres pistas, pasado, presente y futuro. Los espectadores olvidan mientras hago mi número, el temor a las fieras de la pista del pasado y el miedo al domador de la del futuro que dejando abierta la jaula deje escapar a leones trágicos. Hago números mágicos en el presente para hacer ausente al miedo y que el niño eterno sobreviva a la deriva ambulante del circo en donde vivo.
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domingo, 14 de abril de 2013

La Orilla

Ve hasta la orilla del mar de mi universo y yo te volveré converso de la materia, y en el reverso de tu cuerpo te mostraré el amor que tu alma encierra. Se queda entonces atrás la tierra vulgar de la razón, para llegar al lugar donde habita el corazón. Ve hasta la orilla del océano de eternidad donde todos los ríos del tiempo vuelcan la espuma de sus días, melodías rumorosas de eones, estaciones de emociones en el calendario mágico de los dioses. Sal por fin del agua y contempla la morada, sagrada playa dorada, donde las huellas de tu alma nunca serán borradas. Camina tierra adentro, al anhelado encuentro de tu amante, y quedarás prendido en un instante eterno de amor. Eres naúfrago de tus actos en la barca de tu cuerpo, aferrado a remos de sentidos que se mueven en sentido opuesto, haciéndote girar en soledad, en el mar de tus sueños para llegar a ninguna parte.
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La Torre de Marfil

Vivía en una torre de marfil, mientras el añil de los días teñía febril las canas de su tiempo. Miraba al cielo desde su altura, y el arrepentimiento es escultura que posa muda en el museo de sus sueños. Entra en la biblioteca silente donde su frente se alimenta con libros de filosofía, teoría sobre teoría, libros de arte sin ser parte verdadera de ninguna obra. La espera eterna de su alma se diluye en una lengua linsojera que tapa con argumentos los puntos cardinales de su anhelo. Alcanza a mirar el cielo desde la altiva terraza, y ve como amenazas las palabras del maestro quien podría bajarle al suelo las estrellas que siempre mira lejanas. Pinceladas sobre lienzo temporal, obras en las que la inmortalidad no se alcanza, el verdadero arte es la emoción que en la emoción de Dios se gana, cuando el espacio entre dos lágrimas de amor se vuelve abismo en la nostalgia.
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lunes, 8 de abril de 2013

Morir Viejo

Moriré viejo, si me alejo lo suficiente en el océano de los días, pero hasta entonces viviré joven, escuchando melodías que el alma compone teniendo a Dios en su norte. No haré mayor aporte a la vejez que las arrugas de mi frente, que soporte otro hombre derrotado la letanía de los años pasados. Soy soldado luego nací para la muerte, pero es tan grande mi suerte que siendo enamorado de un sueño, prendido de un anhelo, vivo ya mirando el cielo y no me importa la locura cotidiana de los días aburridos y las noches inconscientes. Moriré de viejo, sí, es cosa segura, pero esa será altura que salte sólo en el último instante, para que el joven arrogante que me habita, pueda pagar el peaje que mi alma necesita para continuar con su viaje. Dejaré entonces mi viejo traje para vestir nuevas ilusiones, sin necesitar de otras razones mas que amar y seguir el camino de emociones que marcan las estrellas.
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martes, 2 de abril de 2013

La Calle de los Abrigos

Era una calle de abrigos y escondidos entre nidos de bufanda, ocultos a toda presencia, dos ojos se delatan en destellos de pupilas de esperanza ilusionadas tras la ausencia. Una lágrima escarchada resbalaba descuidada, provocación de emoción y aire frío en la mirada, mesurada en su desliz, precipicio de nariz sonrojada. No dijo nada, mientras la vieja torre repicaba, afónica de los días, campanadas de sueños pasados y futuras fantasías. El viejo violinista con guantes de medio dedo, medio alimentado de miedo, soledad y sentimientos tocaba con dulzura congelada, anhelo de primavera de Vivaldi sobre las frías cuerdas. Sus paso de libélulas presurosas de amorosas botas carmesí, ponían frenesí alado sobre sus pequeños pies. Yo la observé cautivado, envuelto en el halo de mi propio aliento, ¿estaré dormido o despierto?, o no es un ángel aquel abrigo marrón que dobla ya la esquina. Todo se avecina venturoso en el reposo de adoquines de plata de la calle de los abrigos, donde el primer estallido, el primer beso, la primera ilusión corría en busca de su amor. Amaba, soñaba y rezaba será el mañana con sus cuentas afrenta que hoy no le importa. Se abrió al fin la puerta, frenética timidez de metal sobre madera, se cerró tras ella y la engulló la madera del marco. Yo regresé a mi barco cargado con el saco de mi equipaje, zarpé esa misma noche, y antes de que la luna me hiciera otro reproche, dejé escrita sobre papel, la visión de aquél ángel que soñé.
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