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viernes, 26 de abril de 2013

El Piano


Nunca me pareció más hermosa que cuando sus dedos mariposa revoloteaban con premura sobre las teclas de marfil. El añil de sus ojos desteñía lágrimas de gozo, mientras tejía capullos con melodías de arrullo para el alma. Partituras pautadas con hilos de seda dorada recogían cada nuevo compás. Y yo de lejos la miraba, con mirada intrusa de cazador de mariposas, y de cerca, de cerca tan sólo la soñaba. Aun mendigo en su mirada sigo amándola, mientras la góndola del tiempo me balancea en el canal de los días, corriente sideral, manantial que corre hacia lo eterno. Pasaron los inviernos de concierto, y un día desleída en la palidez de sus mejillas dejó a un lado el instrumento para ser solamente música. Zarpó la melodía de su corazón a un lugar donde las velas de mi nave no me llevan, y en todas las tabernas de los puertos he dejado borracheras en su nombre. Hoy cuando dejo de ser hombre y me alcanza el viejo en el espejo la sigo soñando de cerca...

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