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domingo, 14 de abril de 2013

La Torre de Marfil

Vivía en una torre de marfil, mientras el añil de los días teñía febril las canas de su tiempo. Miraba al cielo desde su altura, y el arrepentimiento es escultura que posa muda en el museo de sus sueños. Entra en la biblioteca silente donde su frente se alimenta con libros de filosofía, teoría sobre teoría, libros de arte sin ser parte verdadera de ninguna obra. La espera eterna de su alma se diluye en una lengua linsojera que tapa con argumentos los puntos cardinales de su anhelo. Alcanza a mirar el cielo desde la altiva terraza, y ve como amenazas las palabras del maestro quien podría bajarle al suelo las estrellas que siempre mira lejanas. Pinceladas sobre lienzo temporal, obras en las que la inmortalidad no se alcanza, el verdadero arte es la emoción que en la emoción de Dios se gana, cuando el espacio entre dos lágrimas de amor se vuelve abismo en la nostalgia.
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