Contando, contando con la gente de veras, verás que ser contable de esperanzas es singular oficio de fenicio de tristezas, a quien nunca le cuadran las cuentas. Sumo y presumo que otra emoción recién nacida se añade al balance, pero no existe hombre a quien no alcance el desencanto. Ya que si pones presto la verdad a disposición del corazón del hombre, este no lo lleva al reloj del tictac de los días, sin antes pasarlo por el martillo del cerebro y masticarlo con los dientes del ego. Otra vez te digo hasta luego porque la elipse de tus días ya declina en el eclipse de tu muerte, y es triste suerte la tuya, porque habiéndote dado el amor tantas razones para entonar un aleluya, tú solo con tu orgullo de grulla, sostenida en la única pata de la vanidad, no alcanzarás caridad en el postrer momento, ni te será tiempo entonces para arrepentimientos, ya que entonarás el réquiem por alguien muerto en soledad. Tú legado al mundo será una lápida con tu nombre. Antes de insultar a las montañas, asegúrate bien de salir antes del abismo, barranco profundo donde anida tu egoísmo.
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