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domingo, 31 de mayo de 2015

Bruma.

He nacido de la bruma, espuma que perfuma la orilla del universo. Humo que adquiere todas las formas por algún extraño encantamiento. Fue mi cuna una noria, donde la vanagloria humana se medía en la alcancía exigua de los sentimientos. Canciones y cuentos, moralejas añejas para invocar arrepentimientos tempranos. Nací cómo soldado para pelear en vano, al hombre ya no le mueven los sueños, lo descubrí después, con el pasar de los años. El cuerpo se consume y el ego presume hasta el último momento de una heredad que nunca tuvo dueño. Nací para la soledad, para vivir una edad que no es la mía, para terminar una partida donde otro que no soy yo, repartió las cartas antes de que pudiera caminar arrastrando una espada de madera. La peor guerra que libré fue la paz doméstica que con su rutina de migajas de pan me ahoga el alma en la pertinaz rutina de un crepúsculo, allí donde nunca termina de amanecer.

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La Calle.

Esta calle, que tránsito, se compone de miles de detalles infinitos, emociones que dejaron todas las lluvias de amores de cada pequeño mundo . Este es otro hombre donde hábito, de mil nombres y un suspiro profundo, un rotundo grito con tu nombre escrito que cubrió todas las estrellas. En la calle con sus piedras gastadas, huellas nacaradas bajo la luz de luna, hay una farola, con su halo que pelea agotadora con la bruma en un costado de la esquina del parque. En su vieja llama de gas arden recuerdos de amantes, besos clandestinos robados al destino, tahures de naipe gastado con cinco ases y algún perro despistado que hace, lo que en estos casos, siempre hicieron los perros. Mis recuerdos se deslizan por sus aceras y el agua de su acequia se lleva, hasta lejanos puertos, un barco de papel. Con él se van los sueños de algún niño entre sus pliegues blancos. Sentados en su banco dos eternos ancianos siguen tirando las migas de su menguado tiempo a la palomas. Ya hace mucho que no te asomas al balcón sobre el jardín, ni trepa la enredadera sin fin de mis deseos a tu encuentro. Me marché mar adentro, más allá del parque, al otro lado del lago de nuestros sueños y aun así no pude olvidarte. No sé bien cual de todos los hombres que fui comenzó por amarte entonces, ni donde, no lo recuerdo pero es un sentimiento que vino respirando conmigo desde mi nacimiento; tal vez fuera por eso y por ninguna otra causa que yo rompiera a llorar. Abrí los ojos al mundo y no te vi, que decepción de luz tras la oscuridad del vientre. Por esta misma calle ya ha pasado mucha gente, vestida con tantos trajes como deseos diferentes, parodias circenses, vanagloria militar en mil desfiles, y un enemigo singular a quien nadie ve pero todos temen. Un amén de las beatas con su rosario de nata amarillenta camino de la iglesia, dolores de muelas con paso presuroso, una colección de resfriados con su tos tras la bufanda, brotando de la garganta de dos mocosos y el alboroto sencillo y remoto de los gorriones.

Corté flores nuevamente en la reja del parque, las colocaré sobre el jarrón de ninguna parte que yace sobre tu tumba. Si alguien me pregunta dónde estuve le diré que más allá de la nube de todos mis anhelos, que habiendo subido al cielo de tu balcón, tuve que pisar el infierno de la tierra nuevamente, que mi frente se arrugó surcando mares, que visité todos los lugares que maravillan al hombre, y que no encontré nada en ellos que no estuviera impreso en el espejo limpio y azul de tu cálida mirada.

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sábado, 30 de mayo de 2015

La Siesta.

Giró la barca, en su místico destino, empujada por los vientos del hastío. Me cansan las mareas en su eterna pelea con la orilla. Un destino que nunca se alcanza, una vieja gloria compartida y un ancestro en la memoria que no te olvida. Un camino que se alarga, palabras parcas que ocultan, en su zarza de sílabas, atilas de abecedario donde jamás creció el amor. Nunca hubo diálogo entre ambos, tan solo su discurso imposible de interrumpir, impasible en su suficiencia cargada de reproches. Por las noches, a oscuras me pregunto, qué pude ver en ella yo. Y el péndulo implacable del reloj golpea mi cabeza entonces.

Días amarillos de calendario se columpian con desgana, movidos por el aire que entra por la ventana entreabierta, como queriéndose suicidar de mañana al volver la siguiente página. ¿Hace mucho calor o acaso me estoy volviendo loco?. Mis oídos se llenan poco a poco con el sonido de bulliciosas aceras con su tráfico. Trágico destino de chirridos se balancea sobre el ventilador que pende sobre mi cama, con su monótona sinfonía de desgana oculta en su zumbido. Un continente de humedad del techo se dibuja insolente, poniendo su torrente, amarillo y maltrecho, en grave aprieto a la pared de enfrente. Mientras tanto, sujeto todos mis sueños de la vecina telaraña, tienda de campaña estéril, es tan grande la soledad de esta alcoba que aquí hace más de mil años que no entran ni las moscas. A solas, a secas, maldito jarabe del infierno, me tomo tu recuerdo, medicina amarga de cada inútil siesta.

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Liberación.

Líbrate, por caridad, alma mía de tu pena, vuela paloma libre con tus alas de inmortalidad. Alcanzar el punto cardinal de la verdad significa que nunca habrán más mentiras que te distraigan de volar.

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Tenorio.

Talonario es un Tenorio, que perdido el calendario, hace el ridículo a diario pagando para llenar el dormitorio de falsos amores "paganos". No tiene Inés y es su cruz, que nunca verá la luz de un amor verdadero que le redima, ni un triste D. Luis Mejía que le muestre en el acero lo que significa luego la hombría, ya que no puede haber duelo de honra, ni quien le ponga de guantazo noble, D. Luis, la "mejías" rojas; para quien siendo un abuelo, vive de la falsa juventud de dos monedas. Hay entre todas las tristezas la que deja al ser más alienado, y es la de éste Tenorio sin escenario, subido a la tarima de su oficina de contable, donde cambia el olor de su orina vieja por perfume, para quien recibe el sable de su paga, donde asume, más bien asuma yo diría, sin resta posible, que perder el frágil imperdible del honor no tiene el mayor valor, si reemplaza por alfiler de oro, que lucirá con decoro prestado de algún libro de mentiras. Tontea con la arrogancia y vanidad ajenas y ofrece mayores cenas de paños menores, porque siempre encontrará lacayos a quienes, sin importarles los años, no solamente les gusten, sino que regusten, aun, de cortarle hasta los callos si se tercia. Tenorio de campanario, tintineo de moneda, vives en Alcancía la Vieja, con sus provincias de ancianidad y nunca habrá una luna nueva, te lo digo en caridad, que te haga crecer las muelas de tus desdentadas encías. Hay un juego tonto y a la par un tonto a quien le gusta el juego. Pronto alcanza la ganancia de una mercancía barata, de un alma vacía de riquezas. Reliquias fatuas que decoran las estatuas de todos los cementerios te contemplan.

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El Alba.

El alba azul de tus pupilas te dio mirada de amanecer, y yo, siendo poco más que un niño, ya quería atardecer a tu lado. Te observaba, a diario en furtivo calendario de costado, desde mi corazón de nido, a la vuelta de todas las esquinas. No hay una sola piedra de nuestra calle que no conociera entonces tu nombre, porque cada uno de mis pasos, no importa dónde fuera soñando contigo, llevaban impresos su sonido. Huellas de amor y barro, la lluvia de los días de invierno diluyó tu vida, más nunca tu recuerdo. Una sonrisa, temprana como el rocío, fue tu primer regalo aquella mañana lejana, donde gorriones de pluma blanca de bufanda de abuela, volaban a la escuela apretando entre sus manos, apenas dos monedas para algunos caramelos. Y entre todos, yo, sintiéndome tan hombre siendo apenas un niño, crecido de anhelos, tocando todos los cielos por tu risa. Tú, envuelta toda de azul en tu abrigo, caminabas con paso presuroso por el frío, mientras que, perdido como naufrago del tiempo, corría decidido en el bote de mi timidez, tras el humo blanco de la chimenea de tu aliento. Barco donde hubiera realizado todas las travesías del mundo, sin abandonar ningún puerto, sin trazar ningún rumbo,bastaría entonces con no salir de tu lado ni un segundo, al costado de la eternidad de tu alma, viviendo toda la calma y la tormenta de las emociones que Dios regaló al hombre. El alba azul de tus pupilas veo al fin, en el ocaso de mis ojos rojos. Mis lágrimas son abrojos de todos los enojos de amor de este viejo y triste niño hombre. Nunca se me borró tu nombre en la vida, menos aún lo será en la muerte. ¡Que suerte alma mía!, que suerte, si para quererte dicen que es la mañana más fría del invierno, pero yo siento el calor de aquel niño, cuando salgo a tu encuentro nuevamente siguiendo el rastro de la chimenea de tu aliento, mientras tú, vestida toda de azul radiante, te detienes, y dejas que éste naufrago de tu amor, en su deriva, por fin te de alcance.

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Sentido.

Quedé entonces dormido, herido de recuerdos ardía en la hoguera de los sueños. La noche era fría, siempre lo fueron contigo, fría como los latidos del corazón de la estatua de una diosa. ¿Cómo pude entonces quererte? Me sigo preguntando al alba de mis pupilas. Si pude sin mirarte verte, corriendo veloz para perderte. Nunca me lamento de mi suerte, pues si para alcanzar el cielo quedé prisionero de tu infierno, no puede haber arrepentimiento, ya que saliendo de él entonces, me situé un paso más cerca del firmamento.

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Estaciones.

De estación a estación déjame un rincón para tu recuerdo. Porque el tiempo es un viejo perro que muerde antes que ladra, y en su cueva macabra del olvido están prisioneros todos los suspiros del hombre. Te amé de blancura en el invierno, de locura primaveral, arrebato estival y sosiego de otoño y quise mirar a los ojos de retoño de todos los hijos de la tierra, pero no te vi a ti. ¡Oh Alma escondida! Tu huella perdida me alimenta, y atravesando la tormenta de emociones del corazón, a tu antojo, te dejaste ver una sola vez de reojo y ya no te pude olvidar. En las noches serenas el cielo es olivar de luna, y aceitunas de nácar de estrellas se caen del árbol de la eternidad , y con su fruto maduro prensé el aceite de todos mis sueños, apretando muy duro contra mi corazón, en la almazara de la soledad. Si hay un lugar para mí, que sea tu recuerdo, porque sin él ya estoy muerto aunque digan que viví.

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La Muerte de los Héroes.

Si con la muerte de los héroes se alcanza la gloria, entonces la memoria del hombre es el infierno por donde se precipitan, en abismos de olvido, todos los ríos de su estéril sangre. ¿Qué importa tu interior? Hay un destino superior, un deber que cumplir , más no existirá otro haber que el de la postrera lágrima que tus ojos derramen. Siempre queda el pasado amarillo de un libro de historia, para mayor gloria de bibliotecarios, mientras el hombre, hipotecario del tiempo, vende sus mañanas como si fueran presentes sin aprender nada de las voces del ayer, que gritaron libertad para ganar la tierra estéril que los mercaderes siguen vendiendo. Reinos sin rey, repúblicas de plata, naciones sin gobierno presididas por avaros coronados con honor de hojalata. Taberneros palaciegos que rompen cántaros de sueños con embriagador vino de la viña donde pisaron las uvas de los sacrificados. Pueblo sin cultura formado, no educado, ducados de falsa ciencia arrogante, poetas amordazados; y cautivo el arte, reza en alguna parte desde el corazón de un niño, a quien la última abuela, de alguna lejana tierra, le contó con cariño, la leyenda de aquellos héroes. Y él, al quedarse dormido, desde el corazón de nido del universo, será escuchado y un nuevo soldado galopará campos de estrellas para pelear por él otra vez...

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Guiados.

Y fuimos guiados, en los recovecos del camino, por un suspiro entrecortado, mitad anhelo del alma, mitad olvido del cuerpo en su descuido. Aprendí que no era cierto, que nunca hubo un tiempo muerto en el amor, pues es como el silencio del corazón entre dos de sus latidos. Y dejando agotados los sentidos por el ruido, quedé sordo de necedades, que las mocedades del alma no precisan de artimañas ni distracciones, ni serán, los ojos míos, nunca más trampa de apariciones, para mentirosos fenicios, mercaderes de emociones. De cuanto soy siempre fui, aunque entonces no lo supiera. Hoy te quedas fuera, fingida compañera, enredadera de la alcoba. No tomaré más cucharadas de la sopa boba de tu codicia. Hoy me acaricia el alma una brisa de universo, donde lo fingido, tuyo, mío o nuestro, dejó de tener sentido.

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sábado, 16 de mayo de 2015

Te Amo.

Te amo, no es nada extraño ni nuevo. Te amé en el tiempo, en cada tic del péndulo implacable del reloj del universo, en cada tac y aun en cada uno de los silencios entre ambos. ¿Qué puedo hacer yo? Si soy un alma a cuerda, la que nunca recuerda que solo tú tienes la llave. Giran las manecillas locas y mi corazón se alborota en tu recuerdo, aunque muchas veces no entienda tu lenguaje. Será que tu hablas en eones, y yo gasté mis dones en este idioma vulgar. Tu diccionario es un calendario porque solo se te entiende con el tiempo. El mío, en cambio, es muy sencillo, está encuadernado entre los dos pasillos de mi cuerpo, pasado y presente, tan solo tiene una página marcada con una lágrima de amor y una sola palabra escrita, un solo nombre, el tuyo, que hace que este hombre se parezca a Dios. ¡Basta ya de palabras! Tan solo, si te acuerdas, dame cuerda de nuevo cuando tu me quieras.

jueves, 14 de mayo de 2015

BAÑO

Hoy me he dado un baño de ladrillo y adoquín, y como arlequín enloquecido, bailé y brinqué sin sentido, siquiera un rumbo fijo por las viejas calles de mi infancia. Que lejos quedó la arrogancia de gastar los días por el simple hecho de gastarlos, sin forzar, el proletario de mi ego, a que fueran productivos. La mirada se hizo nueva en lo viejo contemplado, y al otro lado de un amor adolescente, la reja, bostezando de óxido, todavía repite mis sonetos. Las campanas del reloj con sus aprietos de horario, desdibuja el calendario y el corazón se agita en despedía, ¡otra vez nos dieron las once mi vida! Otra vez y es la vejez quien me visita. Ya no puedo dejar,en la mesita de noche, la cinta azul de tu cabello, ¡Que derroche de arrogancia! La robé con premura del suelo, donde tú, con deliberado desvelo adolescente, la dejaste caer para mí, corriendo el velo del cielo de tu frente. ¿Sí yo te amé?, pregúntale a la fuente, que con su voz clemente de agua, te diga en su murmullo donde fueron mis ojos a lavar sus lágrimas. Playa de piedra y hierro, vuelvo a beber de tu boca de león, en busca de un elixir de amor que te devuelva a la vida.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Ocaso

Algún día, envuelto en su color ocre, el ocaso de mis días se llevará todo lo mediocre que se pegó a mi vida. Cerradas por fin todas las heridas mi sangre derramada volverá, cual elixir, como aquellas hojas de menta fresca que su blanca mano solía poner bajo mi almohada. Una secreta voz, que me traslada, me dirá descansa entonces, la paz anhelada ya te alcanza. Mi alma, descalza, volará ligera lejos de su prisión de barro y del letargo gris de los días. Seré nueva melodía lisonjera entonces, criatura alumbrada en partitura, emoción sin razón. Locura, con premura de amantes, que es la razón de mi universo, donde un gran amor, oculto a todo hombre, se esconde en el escenario. Yo sé, de él, su nombre, lo aprendí una vez, en que disfrazado como un hombre, lo escuché en el silencio de la noche, cuando diminutas chispas de mi fuego, arrogantes, competían anhelantes con las estrellas. Me pesan los días como cadena de eslabones de negro humo, forjada en los fogones del hastío.

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Donde Mure el Poeta

Donde murió el poeta quedo recortada la silueta de un verso sobre la acera. Se fue el hombre y quedó en la sombra de sus palabras escondido su nombre. Quien fue nada importa, para quien soporta las cadenas del encierro. Su pluma ligera, se le antoja de hierro, y habla en el destierro de su alma con palabras palomas, que vuelan sobre la ciudad. Murió para ganar la libertad, para vivir como silente estrofa, que repite la brisa cuando sopla, llamando a su amado, quien la dejó preñada de palabras, cuando, en tantas noches de verano, acariciaba de madrugada sus temblorosas manos, y el repetía en vano el que juró sería su último verso de amor.

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