Esta calle, que tránsito, se compone de miles de detalles infinitos, emociones que dejaron todas las lluvias de amores de cada pequeño mundo . Este es otro hombre donde hábito, de mil nombres y un suspiro profundo, un rotundo grito con tu nombre escrito que cubrió todas las estrellas. En la calle con sus piedras gastadas, huellas nacaradas bajo la luz de luna, hay una farola, con su halo que pelea agotadora con la bruma en un costado de la esquina del parque. En su vieja llama de gas arden recuerdos de amantes, besos clandestinos robados al destino, tahures de naipe gastado con cinco ases y algún perro despistado que hace, lo que en estos casos, siempre hicieron los perros. Mis recuerdos se deslizan por sus aceras y el agua de su acequia se lleva, hasta lejanos puertos, un barco de papel. Con él se van los sueños de algún niño entre sus pliegues blancos. Sentados en su banco dos eternos ancianos siguen tirando las migas de su menguado tiempo a la palomas. Ya hace mucho que no te asomas al balcón sobre el jardín, ni trepa la enredadera sin fin de mis deseos a tu encuentro. Me marché mar adentro, más allá del parque, al otro lado del lago de nuestros sueños y aun así no pude olvidarte. No sé bien cual de todos los hombres que fui comenzó por amarte entonces, ni donde, no lo recuerdo pero es un sentimiento que vino respirando conmigo desde mi nacimiento; tal vez fuera por eso y por ninguna otra causa que yo rompiera a llorar. Abrí los ojos al mundo y no te vi, que decepción de luz tras la oscuridad del vientre. Por esta misma calle ya ha pasado mucha gente, vestida con tantos trajes como deseos diferentes, parodias circenses, vanagloria militar en mil desfiles, y un enemigo singular a quien nadie ve pero todos temen. Un amén de las beatas con su rosario de nata amarillenta camino de la iglesia, dolores de muelas con paso presuroso, una colección de resfriados con su tos tras la bufanda, brotando de la garganta de dos mocosos y el alboroto sencillo y remoto de los gorriones.
Corté flores nuevamente en la reja del parque, las colocaré sobre el jarrón de ninguna parte que yace sobre tu tumba. Si alguien me pregunta dónde estuve le diré que más allá de la nube de todos mis anhelos, que habiendo subido al cielo de tu balcón, tuve que pisar el infierno de la tierra nuevamente, que mi frente se arrugó surcando mares, que visité todos los lugares que maravillan al hombre, y que no encontré nada en ellos que no estuviera impreso en el espejo limpio y azul de tu cálida mirada.
Corté flores nuevamente en la reja del parque, las colocaré sobre el jarrón de ninguna parte que yace sobre tu tumba. Si alguien me pregunta dónde estuve le diré que más allá de la nube de todos mis anhelos, que habiendo subido al cielo de tu balcón, tuve que pisar el infierno de la tierra nuevamente, que mi frente se arrugó surcando mares, que visité todos los lugares que maravillan al hombre, y que no encontré nada en ellos que no estuviera impreso en el espejo limpio y azul de tu cálida mirada.
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