La tradición es el hábito sociológico de la rutina humana, extrapolado a la espiritualidad. Así hemos de ser muy cuidadosos en hablar de “nuestras tradiciones” no vaya a ser que estas se conviertan en prisiones para el alma a la que pretendían liberar. La tradición desanima al neófito en un océano de ritos que le son desconocidos, y sirve de estímulo al ego de los locos que buscan posición y dominio frente a otros. Destacar como devotos, para exaltar su personalidad, ser distintos a los demás, mediante la purificación del ritual; no importa si la conciencia está sucia, cuando no, completamente ausente. El amor no es una tradición, es la pura constitución del alma, lo que es. Por ello el maestro te pone en el camino hacia tu propio descubrimiento. En modo alguno nadie está descartado por el guru porque no conozca la “tradición” de su maestro. El guru no tiene tradición, solo es “tradicionalmente” el siervo de Dios, porque eso es lo que se espera que sea, tradicionalmente ha de serlo.
Desgraciadamente no siempre es así, y en Kali Yuga abundan los falsos maestros. Expertos en tradición religiosa, y tradicionalmente fariseos. Jesús rompió la tradición y a la vez le dio cumplimiento, el fue el Gran Acharya de occidente.
Es por lo tanto imprescindible entender, que lo que representa la tradición para los gurus fidedignos, no es sino un instrumento que se utiliza para reemplazar una tradición, mundana en este caso, que representa al hombre y todos sus anarthas (malos hábitos), por otra superior que le aleje de aquellos y le sitúe próximo a Dios. Mas si esta, termina por cumplir la misma función que aquella, es pues entonces el momento de cambiar la tradición. Es el momento elegido por Dios para nombrar un Acharya, un reformador, que tomando la esencia de lo antiguo, lo haga nuevo para recuperar el tesoro de amor divino que quedó aplastado bajo el peso ceremonial de los rituales y las actitudes hipócritas cargadas de duplicidad. Por lo tanto ser discípulo no requiere del conocimiento exhausto de una tradición, antes bien del anhelo sincero de buscar el volcán del amor divino.
Para servir a un país que está amenazado, lo primero que se requiere es amor a ala patria para ser alistado. Uno entiende, -oh! Mi nación está gravemente amenazada por el enemigo que se cierne sobre sus fronteras, eso será el fin de todo lo que amo en ella-. Con este tipo de mentalidad el patriota se alista y luego será adiestrado en la tradición militar del uso de las armas. Pero a veces peleará sin uniforme detrás de las lineas enemigas. Hay que detener su avance, todo vale. En forma similar aquel en cuyo corazón se despierta el amor por Dios, el deseo sincero de ir de vuelta a casa, entiende muy rápidamente la amenaza que se cierne y corre a alistarse voluntario con el maestro espiritual, para defender el Reino de los Cielos. Sabe que no habrá felicidad posible para quienes ama, sino la salvaguarda de los valores espirituales, verdadero tesoro para el hombre. Luego podrá ser adiestrado en esta o aquella técnica, al igual que en el arte existen diferentes escuelas, pero todas ellas promueven la belleza como ideal. Pero el talento no lo da la escuela, tan solo lo alimenta. El devoto ha de ser sincero en sus sentimientos, debe expresar su deseo de amar y servir a Dios, ese es el talento del alma. Luego la escuela del maestro le alimentará. Sólo aquél que se negó así mismo por amor, puede ser maestro. Aquél que en la renunciación a su propia vida, hizo de dar la vida su única ocupación. Por eso la deuda con el maestro es impagable, nunca podrás devolverle los años de su vida que empleó en tu servicio. No hay moneda que retribuya el tiempo. Aquél que te dio su tiempo, fue quien más te amó. Las cosas materiales se pueden poseer dos veces, el tiempo solamente una, el momento que tienes, y el guru te lo dio a ti. No lo desaproveches.
Krishnadas Acharya
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