Soy cazador de emociones, que guardo en prisiones de lejanos recuerdos de nombres.
Mariposas de alfiler que contemplo, sabiendo que nunca emprenderán el vuelo. Revoloteo imposible bajo el cristal del tiempo, conservan intactas los matices de sus alas multicolor de anhelos, donde antaño volaron lejanos cielos de mi felicidad. A veces imagino, con mi alma de niño, que todas vuelven a ser crisálidas del tiempo y que rota su cárcel de seda, vuelvo a corretear la alameda de mis días, a la orilla del río de los recuerdos; buscándola a ella. Pero su mariposa, codiciosa, buscaba flor de estrella para libar eternidad. Ganó su libertad, ya nada la encierra, y yo quedé en la tierra de mi soledad, cazador de miradas de soslayo, porque al mundo en donde me hallo no le cabe mayor experiencia, que la de amar. Ni mayor dignidad que esta.
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