Pierdo y gano, y en vano me afano, por conservar entre mis manos, las arenas de un tiempo que resbala entre mis dedos. No encuentro entre mis razones, ninguna que de forma racional, me invite a la permanencia. Pero se nubla la inteligencia con palabras, alas de palomas mensajeras, que pronuncia, fatal deslenguada, lisonjera, la vanidad que me habita. Y todo se agita en un pálpito maldito, de este corazón perdido en la guerra. Peleo entre los hombres y sus costumbres atávicas, para no perder el norte de mi alma y lo poco que aun me queda de mi fuerza celestial. Me aferro a mi palabra, es cuanto me queda, me aferro al honor y a la fuerza que aprendí de mis maestros. Me agarro del afecto de ayer para proyectarme sobre el dolor, hacia el amor futuro. Ya es seguro, la palabra empeñada entonces, es la balsa sobre la que dejo atrás el pasado y escapo del pantano humano donde mis pies se anegan de tristeza, transitando triste barro.
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