He vestido mis pupilas de nácar y luz contemplando el misterio que escondía Tu mirada. Disfracé de ayer el hoy, por temor al mañana. Pero Tú ya no estábas, y yo solamente soy un loco que cabalga estrellas en el alba del universo. El reverso de la moneda de mi alma tiene acuñado un nombre, que ya olvidé, y en el anverso quedé preso de tu cara. Por fin abrazo la muerte, y no me quejo de mi suerte, porque esta noche comprendí, que todo cuanto vi en la bóveda celeste, es un océano de lágrimas de amor primeras, nácar y luz, de las estrellas, que derramaron todos los enamorados de la tierra.
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