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viernes, 12 de junio de 2015

Flores de Acacia

Pronto pasará la noche con su derroche de luminarias, una por cada día que te llevo buscando en esta existencia ordinaria. No importa si brilla o no la luna, la suma de esta existencia siempre me resultó oscura. El absurdo de la lucha contra las sombras se termina con el alba que se anuncia. Venceré por última vez y partiré si tu me dejas, si no hay nueva orden, de este desorden de mundo irreparable, donde no hay compás que mida nada por cambiante, ni escuadra que aplome al hombre en su desplome de arrogancia. Al alba venceré con mi último aliento, no importa si gritan que fui muerto, si siempre viví en el desierto de tu ausencia desterrado. Cruzando al otro lado dejaré por fin mi espada rota entre las rocas del pasado. Cansado en su mirada de camino, el equino clandestino, en el que cabalga mi alma, dejará de latir alocado corriendo, del uno al otro lado, por los senderos de la nada. Veré, entonces, el nuevo amanecer de una eterna mañana. Al alba venceré y sobre la acacia que ya acaricia mi tumba en su semilla, crecerán nuevas flores preñadas de aroma de esperanza, para que al olerlas otro hombre, sin miedo a sus espinas, alcance a comprender el escondido secreto de la piedra que labra su propia inmortalidad.

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La Medalla

El único honor que busca mi alma no es una medalla, es poder cruzar la muralla sin luchar, buscar un apartado lugar y soñar contigo. Ya he sido testigo de todos los actos trágicos del hombre, y no responde mi caballo al sonido de ninguna trompeta. La victoria es una veleta que gira caprichosa empujada por el viento del destino, y que no está nunca quieta en ningún sentido. Me cansa el remolino de hojarasca seca, que consume a la realeza y al pueblo a un solo tiempo. Ya no atiendo a llamadas de grandeza, y no será por pereza, tampoco lo es por desaliento, es solo que mi alma reza oraciones, escondida en los rincones de mi cuerpo, que me dicen que solo existe una forma de ganar una batalla con honor, y es rendirse ante el amor que tu mirada de miel esconde.

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jueves, 11 de junio de 2015

Venceré

Pronto pasará la noche con su derroche de luminarias, una por cada día que te llevo buscando en esta existencia ordinaria. No importa si brilla o no la luna, la suma de esta existencia siempre me resultó oscura. El absurdo de la lucha contra las sombras se termina con el alba que se anuncia. Venceré por última vez y partiré si tu me dejas, si no hay nueva orden, de este desorden de mundo irreparable, donde no hay compás que mida nada por cambiante, ni escuadra que aplome al hombre en su desplome de arrogancia. Al alba venceré con mi último aliento, no importa si gritan que fui muerto, si siempre viví en el desierto de tu ausencia desterrado. Cruzando al otro lado dejaré por fin mi espada rota entre las rocas del pasado. Cansado en su mirada de camino, el equino clandestino, en el que cabalga mi alma, dejará de latir alocado corriendo, del uno al otro lado, por los senderos de la nada. Veré, entonces, el nuevo amanecer de una eterna mañana. Al alba venceré y sobre la acacia que ya acaricia mi tumba en su semilla, crecerán nuevas flores preñadas de aroma de esperanza, para que al olerlas otro hombre, sin miedo a sus espinas, alcance a comprender el escondido secreto de la piedra que labra su propia inmortalidad.

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lunes, 8 de junio de 2015

El Corazón no se Rinde

No se rinde el corazón ni aun al borde del abismo. Solo es vencido aquél que no pelea. Sea en hora mala, sea en hora buena, mi corazón libre solo se entrega ante la muerte, y no será sin antes discutir con ella hasta hacerla temblar, para mi suerte, en su razón devoradora de horas, sobre el fogón donde se incineran todos los actos del hombre. Y si mi viste,acaso, alguna vez rendido, no fue ante ningún enemigo, sino que manso, como remanso de un río, no fui vencido; es que me vi sobrecogido por el amor, por la espalda, siempre detrás de una lágrima de payaso triste, que guardo entre las dos costuras del acero que recubre mi armadura.

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La Veleta

Me canta un gallo de hoja de lata, con su kikirikí afónico de óxido rojo, contra el cielo azul desde la veleta del tejado. Lo hace por los cuatro costados, puntos cardinales de mi infancia. El viento trae fragancias del ayer, que son perfumes de añoranzas. Siempre queda la esperanza de un nuevo viento, de un suspiro que de aliento a la torreta, y girando loca la ruleta, justo por donde se desdibuja el último ojo que aún le queda, pueda atisbar la silueta de mi amada que viniendo desde tan lejos, me llama. Ella mueve otra vez sus brazos, dos ramas de perfumados álamos, envueltas en la corteza blanca de su vestido de algodón almidonado. Y yo, corro veloz hacia su horizonte, pero nunca la alcanzo. Tal parece que el árbol de su vida está plantado en otro campo, mientras surcos son heridas en la tierra de barbechos donde mi corazón habita desde entonces. Aún la veo, y mi gallo veleta otea, girando loco, otra vez su horizonte aprovechando lo poco de hombre que a este viejo le queda. El tiempo es mala moneda, nada puedes comprar con él, porque tan solo presta. Cruje con pereza, bostezo de madera vieja mi tejado, y deja que un agua del pasado, con la sutileza de un hilo, me matenga en vilo formando una gotera de recuerdos día y noche. Por los siglos de los siglos amen, desde entonces vengo amando, yo le digo al equinoccio que igualó, con su sacerdocio borracho del cáliz del tiempo, nuestros días y nuestras noches; y que nunca dejaré de amarte, porque en las dos mitades simétricas de mi vida, te amo por partes iguales, día y noche, aunque ninguna tenga medida.

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jueves, 4 de junio de 2015

Quijano... Quijote

Ya me cansé de ser Quijote, me dice el Quijano que me habita corazón adentro. Guardo silencio un rato y tomándole luego la mano le digo: Quijano, amigo mío, ya no seremos mendigos, ni yo por mis ideales, ni tú por tu anhelo de la tierra. Estando despierto yo, no hay sosiego que te ofrezca, y estándolo tú, no hay siesta en que no te aparezcas ni pesadilla en esta baldía tierra que de ambos se aparte. Yo también me cansé de este viaje a ninguna parte. Llegaremos a un acuerdo los dos, en este hombre que habitamos, yo no pondré más las manos en otro ideal peregrino y tú no te harás nunca vecino de la vulgaridad. Buscaremos la soledad de un mundo nuevo, donde el único juego posible sea, respirar sin el anhelo de más aire, como sino bastara el cielo. Ya no pisaremos suelos de hipócrita solemnidad, ni dejaremos que la falsa caridad de un vano intelecto nos muestre condescendencia, o lo que es peor, nos vuelvan a fingir afecto. No sé si se me acabó antes la paciencia que la edad. ¿Qué dices Quijano?, tienes razón, se nos acabaron las dos a un solo tiempo en esta soledad. Partamos de una vez entonces, el camino nos espera, pero no conocerá esta carretera, ni paso de rocín errante, ni burro que le acompañe. Saldremos a caminar la calle como un solo hombre, como un hombre solo que se para en los recodos del camino a beber agua de todas las fuentes, como si fueran afluentes de Dios mismo. El ayer es una sombra alargada del ocaso de los días, y mañana una quimera, una patraña, una sutil tela de araña tejida con fantasías. Durmamos pues Quijano, a la par los dos esta noche, donde no habrá ningún reproche si en vez de soñar, por una vez descansamos. Y cuando mañana alguien nos pregunte que cómo nos llamamos, no diremos que Quijote o Quijano, diremos simplemente Alonso, un hombre más.

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domingo, 31 de mayo de 2015

Bruma.

He nacido de la bruma, espuma que perfuma la orilla del universo. Humo que adquiere todas las formas por algún extraño encantamiento. Fue mi cuna una noria, donde la vanagloria humana se medía en la alcancía exigua de los sentimientos. Canciones y cuentos, moralejas añejas para invocar arrepentimientos tempranos. Nací cómo soldado para pelear en vano, al hombre ya no le mueven los sueños, lo descubrí después, con el pasar de los años. El cuerpo se consume y el ego presume hasta el último momento de una heredad que nunca tuvo dueño. Nací para la soledad, para vivir una edad que no es la mía, para terminar una partida donde otro que no soy yo, repartió las cartas antes de que pudiera caminar arrastrando una espada de madera. La peor guerra que libré fue la paz doméstica que con su rutina de migajas de pan me ahoga el alma en la pertinaz rutina de un crepúsculo, allí donde nunca termina de amanecer.

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La Calle.

Esta calle, que tránsito, se compone de miles de detalles infinitos, emociones que dejaron todas las lluvias de amores de cada pequeño mundo . Este es otro hombre donde hábito, de mil nombres y un suspiro profundo, un rotundo grito con tu nombre escrito que cubrió todas las estrellas. En la calle con sus piedras gastadas, huellas nacaradas bajo la luz de luna, hay una farola, con su halo que pelea agotadora con la bruma en un costado de la esquina del parque. En su vieja llama de gas arden recuerdos de amantes, besos clandestinos robados al destino, tahures de naipe gastado con cinco ases y algún perro despistado que hace, lo que en estos casos, siempre hicieron los perros. Mis recuerdos se deslizan por sus aceras y el agua de su acequia se lleva, hasta lejanos puertos, un barco de papel. Con él se van los sueños de algún niño entre sus pliegues blancos. Sentados en su banco dos eternos ancianos siguen tirando las migas de su menguado tiempo a la palomas. Ya hace mucho que no te asomas al balcón sobre el jardín, ni trepa la enredadera sin fin de mis deseos a tu encuentro. Me marché mar adentro, más allá del parque, al otro lado del lago de nuestros sueños y aun así no pude olvidarte. No sé bien cual de todos los hombres que fui comenzó por amarte entonces, ni donde, no lo recuerdo pero es un sentimiento que vino respirando conmigo desde mi nacimiento; tal vez fuera por eso y por ninguna otra causa que yo rompiera a llorar. Abrí los ojos al mundo y no te vi, que decepción de luz tras la oscuridad del vientre. Por esta misma calle ya ha pasado mucha gente, vestida con tantos trajes como deseos diferentes, parodias circenses, vanagloria militar en mil desfiles, y un enemigo singular a quien nadie ve pero todos temen. Un amén de las beatas con su rosario de nata amarillenta camino de la iglesia, dolores de muelas con paso presuroso, una colección de resfriados con su tos tras la bufanda, brotando de la garganta de dos mocosos y el alboroto sencillo y remoto de los gorriones.

Corté flores nuevamente en la reja del parque, las colocaré sobre el jarrón de ninguna parte que yace sobre tu tumba. Si alguien me pregunta dónde estuve le diré que más allá de la nube de todos mis anhelos, que habiendo subido al cielo de tu balcón, tuve que pisar el infierno de la tierra nuevamente, que mi frente se arrugó surcando mares, que visité todos los lugares que maravillan al hombre, y que no encontré nada en ellos que no estuviera impreso en el espejo limpio y azul de tu cálida mirada.

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sábado, 30 de mayo de 2015

La Siesta.

Giró la barca, en su místico destino, empujada por los vientos del hastío. Me cansan las mareas en su eterna pelea con la orilla. Un destino que nunca se alcanza, una vieja gloria compartida y un ancestro en la memoria que no te olvida. Un camino que se alarga, palabras parcas que ocultan, en su zarza de sílabas, atilas de abecedario donde jamás creció el amor. Nunca hubo diálogo entre ambos, tan solo su discurso imposible de interrumpir, impasible en su suficiencia cargada de reproches. Por las noches, a oscuras me pregunto, qué pude ver en ella yo. Y el péndulo implacable del reloj golpea mi cabeza entonces.

Días amarillos de calendario se columpian con desgana, movidos por el aire que entra por la ventana entreabierta, como queriéndose suicidar de mañana al volver la siguiente página. ¿Hace mucho calor o acaso me estoy volviendo loco?. Mis oídos se llenan poco a poco con el sonido de bulliciosas aceras con su tráfico. Trágico destino de chirridos se balancea sobre el ventilador que pende sobre mi cama, con su monótona sinfonía de desgana oculta en su zumbido. Un continente de humedad del techo se dibuja insolente, poniendo su torrente, amarillo y maltrecho, en grave aprieto a la pared de enfrente. Mientras tanto, sujeto todos mis sueños de la vecina telaraña, tienda de campaña estéril, es tan grande la soledad de esta alcoba que aquí hace más de mil años que no entran ni las moscas. A solas, a secas, maldito jarabe del infierno, me tomo tu recuerdo, medicina amarga de cada inútil siesta.

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Liberación.

Líbrate, por caridad, alma mía de tu pena, vuela paloma libre con tus alas de inmortalidad. Alcanzar el punto cardinal de la verdad significa que nunca habrán más mentiras que te distraigan de volar.

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Tenorio.

Talonario es un Tenorio, que perdido el calendario, hace el ridículo a diario pagando para llenar el dormitorio de falsos amores "paganos". No tiene Inés y es su cruz, que nunca verá la luz de un amor verdadero que le redima, ni un triste D. Luis Mejía que le muestre en el acero lo que significa luego la hombría, ya que no puede haber duelo de honra, ni quien le ponga de guantazo noble, D. Luis, la "mejías" rojas; para quien siendo un abuelo, vive de la falsa juventud de dos monedas. Hay entre todas las tristezas la que deja al ser más alienado, y es la de éste Tenorio sin escenario, subido a la tarima de su oficina de contable, donde cambia el olor de su orina vieja por perfume, para quien recibe el sable de su paga, donde asume, más bien asuma yo diría, sin resta posible, que perder el frágil imperdible del honor no tiene el mayor valor, si reemplaza por alfiler de oro, que lucirá con decoro prestado de algún libro de mentiras. Tontea con la arrogancia y vanidad ajenas y ofrece mayores cenas de paños menores, porque siempre encontrará lacayos a quienes, sin importarles los años, no solamente les gusten, sino que regusten, aun, de cortarle hasta los callos si se tercia. Tenorio de campanario, tintineo de moneda, vives en Alcancía la Vieja, con sus provincias de ancianidad y nunca habrá una luna nueva, te lo digo en caridad, que te haga crecer las muelas de tus desdentadas encías. Hay un juego tonto y a la par un tonto a quien le gusta el juego. Pronto alcanza la ganancia de una mercancía barata, de un alma vacía de riquezas. Reliquias fatuas que decoran las estatuas de todos los cementerios te contemplan.

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El Alba.

El alba azul de tus pupilas te dio mirada de amanecer, y yo, siendo poco más que un niño, ya quería atardecer a tu lado. Te observaba, a diario en furtivo calendario de costado, desde mi corazón de nido, a la vuelta de todas las esquinas. No hay una sola piedra de nuestra calle que no conociera entonces tu nombre, porque cada uno de mis pasos, no importa dónde fuera soñando contigo, llevaban impresos su sonido. Huellas de amor y barro, la lluvia de los días de invierno diluyó tu vida, más nunca tu recuerdo. Una sonrisa, temprana como el rocío, fue tu primer regalo aquella mañana lejana, donde gorriones de pluma blanca de bufanda de abuela, volaban a la escuela apretando entre sus manos, apenas dos monedas para algunos caramelos. Y entre todos, yo, sintiéndome tan hombre siendo apenas un niño, crecido de anhelos, tocando todos los cielos por tu risa. Tú, envuelta toda de azul en tu abrigo, caminabas con paso presuroso por el frío, mientras que, perdido como naufrago del tiempo, corría decidido en el bote de mi timidez, tras el humo blanco de la chimenea de tu aliento. Barco donde hubiera realizado todas las travesías del mundo, sin abandonar ningún puerto, sin trazar ningún rumbo,bastaría entonces con no salir de tu lado ni un segundo, al costado de la eternidad de tu alma, viviendo toda la calma y la tormenta de las emociones que Dios regaló al hombre. El alba azul de tus pupilas veo al fin, en el ocaso de mis ojos rojos. Mis lágrimas son abrojos de todos los enojos de amor de este viejo y triste niño hombre. Nunca se me borró tu nombre en la vida, menos aún lo será en la muerte. ¡Que suerte alma mía!, que suerte, si para quererte dicen que es la mañana más fría del invierno, pero yo siento el calor de aquel niño, cuando salgo a tu encuentro nuevamente siguiendo el rastro de la chimenea de tu aliento, mientras tú, vestida toda de azul radiante, te detienes, y dejas que éste naufrago de tu amor, en su deriva, por fin te de alcance.

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Sentido.

Quedé entonces dormido, herido de recuerdos ardía en la hoguera de los sueños. La noche era fría, siempre lo fueron contigo, fría como los latidos del corazón de la estatua de una diosa. ¿Cómo pude entonces quererte? Me sigo preguntando al alba de mis pupilas. Si pude sin mirarte verte, corriendo veloz para perderte. Nunca me lamento de mi suerte, pues si para alcanzar el cielo quedé prisionero de tu infierno, no puede haber arrepentimiento, ya que saliendo de él entonces, me situé un paso más cerca del firmamento.

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Estaciones.

De estación a estación déjame un rincón para tu recuerdo. Porque el tiempo es un viejo perro que muerde antes que ladra, y en su cueva macabra del olvido están prisioneros todos los suspiros del hombre. Te amé de blancura en el invierno, de locura primaveral, arrebato estival y sosiego de otoño y quise mirar a los ojos de retoño de todos los hijos de la tierra, pero no te vi a ti. ¡Oh Alma escondida! Tu huella perdida me alimenta, y atravesando la tormenta de emociones del corazón, a tu antojo, te dejaste ver una sola vez de reojo y ya no te pude olvidar. En las noches serenas el cielo es olivar de luna, y aceitunas de nácar de estrellas se caen del árbol de la eternidad , y con su fruto maduro prensé el aceite de todos mis sueños, apretando muy duro contra mi corazón, en la almazara de la soledad. Si hay un lugar para mí, que sea tu recuerdo, porque sin él ya estoy muerto aunque digan que viví.

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La Muerte de los Héroes.

Si con la muerte de los héroes se alcanza la gloria, entonces la memoria del hombre es el infierno por donde se precipitan, en abismos de olvido, todos los ríos de su estéril sangre. ¿Qué importa tu interior? Hay un destino superior, un deber que cumplir , más no existirá otro haber que el de la postrera lágrima que tus ojos derramen. Siempre queda el pasado amarillo de un libro de historia, para mayor gloria de bibliotecarios, mientras el hombre, hipotecario del tiempo, vende sus mañanas como si fueran presentes sin aprender nada de las voces del ayer, que gritaron libertad para ganar la tierra estéril que los mercaderes siguen vendiendo. Reinos sin rey, repúblicas de plata, naciones sin gobierno presididas por avaros coronados con honor de hojalata. Taberneros palaciegos que rompen cántaros de sueños con embriagador vino de la viña donde pisaron las uvas de los sacrificados. Pueblo sin cultura formado, no educado, ducados de falsa ciencia arrogante, poetas amordazados; y cautivo el arte, reza en alguna parte desde el corazón de un niño, a quien la última abuela, de alguna lejana tierra, le contó con cariño, la leyenda de aquellos héroes. Y él, al quedarse dormido, desde el corazón de nido del universo, será escuchado y un nuevo soldado galopará campos de estrellas para pelear por él otra vez...

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Guiados.

Y fuimos guiados, en los recovecos del camino, por un suspiro entrecortado, mitad anhelo del alma, mitad olvido del cuerpo en su descuido. Aprendí que no era cierto, que nunca hubo un tiempo muerto en el amor, pues es como el silencio del corazón entre dos de sus latidos. Y dejando agotados los sentidos por el ruido, quedé sordo de necedades, que las mocedades del alma no precisan de artimañas ni distracciones, ni serán, los ojos míos, nunca más trampa de apariciones, para mentirosos fenicios, mercaderes de emociones. De cuanto soy siempre fui, aunque entonces no lo supiera. Hoy te quedas fuera, fingida compañera, enredadera de la alcoba. No tomaré más cucharadas de la sopa boba de tu codicia. Hoy me acaricia el alma una brisa de universo, donde lo fingido, tuyo, mío o nuestro, dejó de tener sentido.

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sábado, 16 de mayo de 2015

Te Amo.

Te amo, no es nada extraño ni nuevo. Te amé en el tiempo, en cada tic del péndulo implacable del reloj del universo, en cada tac y aun en cada uno de los silencios entre ambos. ¿Qué puedo hacer yo? Si soy un alma a cuerda, la que nunca recuerda que solo tú tienes la llave. Giran las manecillas locas y mi corazón se alborota en tu recuerdo, aunque muchas veces no entienda tu lenguaje. Será que tu hablas en eones, y yo gasté mis dones en este idioma vulgar. Tu diccionario es un calendario porque solo se te entiende con el tiempo. El mío, en cambio, es muy sencillo, está encuadernado entre los dos pasillos de mi cuerpo, pasado y presente, tan solo tiene una página marcada con una lágrima de amor y una sola palabra escrita, un solo nombre, el tuyo, que hace que este hombre se parezca a Dios. ¡Basta ya de palabras! Tan solo, si te acuerdas, dame cuerda de nuevo cuando tu me quieras.

jueves, 14 de mayo de 2015

BAÑO

Hoy me he dado un baño de ladrillo y adoquín, y como arlequín enloquecido, bailé y brinqué sin sentido, siquiera un rumbo fijo por las viejas calles de mi infancia. Que lejos quedó la arrogancia de gastar los días por el simple hecho de gastarlos, sin forzar, el proletario de mi ego, a que fueran productivos. La mirada se hizo nueva en lo viejo contemplado, y al otro lado de un amor adolescente, la reja, bostezando de óxido, todavía repite mis sonetos. Las campanas del reloj con sus aprietos de horario, desdibuja el calendario y el corazón se agita en despedía, ¡otra vez nos dieron las once mi vida! Otra vez y es la vejez quien me visita. Ya no puedo dejar,en la mesita de noche, la cinta azul de tu cabello, ¡Que derroche de arrogancia! La robé con premura del suelo, donde tú, con deliberado desvelo adolescente, la dejaste caer para mí, corriendo el velo del cielo de tu frente. ¿Sí yo te amé?, pregúntale a la fuente, que con su voz clemente de agua, te diga en su murmullo donde fueron mis ojos a lavar sus lágrimas. Playa de piedra y hierro, vuelvo a beber de tu boca de león, en busca de un elixir de amor que te devuelva a la vida.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Ocaso

Algún día, envuelto en su color ocre, el ocaso de mis días se llevará todo lo mediocre que se pegó a mi vida. Cerradas por fin todas las heridas mi sangre derramada volverá, cual elixir, como aquellas hojas de menta fresca que su blanca mano solía poner bajo mi almohada. Una secreta voz, que me traslada, me dirá descansa entonces, la paz anhelada ya te alcanza. Mi alma, descalza, volará ligera lejos de su prisión de barro y del letargo gris de los días. Seré nueva melodía lisonjera entonces, criatura alumbrada en partitura, emoción sin razón. Locura, con premura de amantes, que es la razón de mi universo, donde un gran amor, oculto a todo hombre, se esconde en el escenario. Yo sé, de él, su nombre, lo aprendí una vez, en que disfrazado como un hombre, lo escuché en el silencio de la noche, cuando diminutas chispas de mi fuego, arrogantes, competían anhelantes con las estrellas. Me pesan los días como cadena de eslabones de negro humo, forjada en los fogones del hastío.

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Donde Mure el Poeta

Donde murió el poeta quedo recortada la silueta de un verso sobre la acera. Se fue el hombre y quedó en la sombra de sus palabras escondido su nombre. Quien fue nada importa, para quien soporta las cadenas del encierro. Su pluma ligera, se le antoja de hierro, y habla en el destierro de su alma con palabras palomas, que vuelan sobre la ciudad. Murió para ganar la libertad, para vivir como silente estrofa, que repite la brisa cuando sopla, llamando a su amado, quien la dejó preñada de palabras, cuando, en tantas noches de verano, acariciaba de madrugada sus temblorosas manos, y el repetía en vano el que juró sería su último verso de amor.

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domingo, 8 de marzo de 2015

A la Cuna

A la cuna de la media luna del jardín de mis sueños, fueron mis anhelos para dormir. La pluma quedó escondida en el cajón y el borrador de tus desdenes diluía entre sus vaivenes todas las palabras de amor, incluso las no escritas. A la luna y fueron dos, mis anhelos y yo. Para qué pisar más tierra de hombres, si puedo caminar praderas de luz de plata, donde mareas de estrellas en cuya luz viajan los recuerdos del universo entero; me devuelven silentes las emociones del ayer que cadentes forjaron las arrugas de mi frente presente. Ni yo me fui jamás ni tú te hiciste ausente, es tan solo que al beber de la fuente de las aguas del mundo, sucumbimos al sueño profundo y melancólico del amor inconcluso.

El Reverso

Vivo en el reverso de una sonrisa, felicidad adentro, caminado por la cornisa de mis sueños. Hoy es cuanto tengo, y no arriendo ganancias futuras al destino, de cuanto viví no me arrepiento, es la suma de momentos en la pizarra de mi alma quien me da la calma del deber cumplido en donde habito. Azucarillos en el mar, son como sentencias prestadas, palabras tomadas con nocturnidad donde la pluma de humildad del sabio es usada por la codicia del mentecato. A nada me ato, y mi nombre es garabato desdibujado bajo la luz de las estrellas. Si amé no fue pecado, antes bien triunfé aunque me diesen de lado. En el ocaso de los viejos dioses surge la luz de un nuevo hombre enamorado, cumbre de anhelos, valle de desencantos, pintaré de olvido tu rostro cuando me quede a vivir en el color de algún pájaro.

jueves, 26 de febrero de 2015

Ámate a ti mismo


Con nueva copla de egoísmo me dijo una una voz en el abismo del tiempo de los hombres, "Ámate a ti mismo" y se veloz porque tú eres los más importante que posees y el tiempo es atroz y te robará cuanto tienes. Y yo le respondí al cantador de ególatras coplas, que esta vez me resultaría muy fácil , porque todo mi yo ya no es sino ella, y en esa dulce forma rompí la horma mortal donde mi alma yace, herida en el combate del amor, y fui en busca de su vida más allá de mi muerte.

domingo, 22 de febrero de 2015

La Lluvia de su Pelo


Tal y como el agua caía del cielo, aquella tarde de tormenta, cayó la lluvia de su pelo sobre mi cara en torrentes oceánicos de ondulado terciopelo. Era entonces mi tormento, una vieja herida sin sanar sobre mi pecho. Mis manos extendidas trataban de asir el sueño inalcanzable de su rostro. Dos círculos concéntricos de eternidad azul dejaban escapar el brillo tímido de una lágrima en el borde pupilar del universo. No fue un sueño, hoy lo sé porque siempre he sido dueño de la nada cabalgando caminos de espada y esperanza. Relámpagos homicidas de sombras desvelaron en la alfombra el encuentro de dos almas. Truenos de voz ronca, quebrada como rugidos de mar mordiendo rocas, gritaron que el amor es imposible mientras que yo, impasible, quedé rehén en el vaivén de sus caderas. Cabalgué praderas prohibidas mientras el caballo loco de mi alma saltaba troncos de añoranza. La esperanza se volvió violeta y vestida, mujer fría y coqueta, en esta singular manera, me dijo adiós en el ocaso púrpura del horizonte de mis recuerdos.